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Ser felices con la divina commedia - tercer cuaderno. en qué consiste la verdadera felicidad. el paraíso
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Libro electrónico176 páginas1 hora

Ser felices con la divina commedia - tercer cuaderno. en qué consiste la verdadera felicidad. el paraíso

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Ser felices con la Divina Commedia
Tercer cuaderno. En qué consiste la verdadera felicidad. El Paraíso

El tema de la tercera cantiga es el regnum coelorum, al que pertenecen las personas buenas que han ido más allá de su intrascendente yo, hacia un espesor universal y espiritual. ¿En qué se reconocen los buenos, cómo afrontan las adversidades, cómo las transforman a favor de los demás, cómo actúan para mejorar el mundo en el que viven? La autora reexamina los cielos del Paraíso desde un punto de vista pragmático y analiza los personajes celestes para descubrir las cualidades y virtudes que desde siempre han caracterizado a los mejores. El análisis del texto privilegia el símbolo como clave para comprender los cielos, desvelando múltiples significados y sugiriendo numerosas ideas; asimismo se indaga sobre la relación entre los siete planetas y las Artes liberales, que Dante ya había indicado en el Convivio. De esta manera, arroja luz sobre el entramado escondido que sostiene y da sentido al mundo celeste, que en realidad es mucho más humano y palpable de lo que uno puede imaginar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 dic 2013
ISBN9788868851828
Ser felices con la divina commedia - tercer cuaderno. en qué consiste la verdadera felicidad. el paraíso

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    Ser felices con la divina commedia - tercer cuaderno. en qué consiste la verdadera felicidad. el paraíso - Luisa Pinnelli

    articulado.

    Primera parte

    El cielo de la Luna (cantos II-III)

    Leopardi, en su poesía, nos ha enseñado a ver la Luna como el espejo de nuestro dolor de vivir. Pero la Luna tiene sus fases y del nuvilunio o luna nueva, que parece totalmete ausente, llega gradualmente al plenilunio que puede iluminar intensamente el Cielo. Eso ejemplifica que la Luna puede funcionar de espejo de un dolor, que cambia de aspecto a medida que nuestra conciencia consigue mirarlo y resignarse. El mismo Leopardi nos muestra la Luna bajo varios aspectos, a veces es fría e indiferente, a veces es consolatoria, a veces se presenta como una jovencita huraña, otras veces como una madre bondadosa o madrastra.

    La visión de la Luna en el Paraíso dantesco, a pesar de la diferente perspectiva, presenta algunos rasgos problemáticos comunes a la leopardiana. También para Dante la Luna representa una realidad complicada y ambivalente, relacionada, de alguna manera, con el sufrimiento y la consolación. Fundamentalmente la Luna tiene dos caras: una resplandeciente y virginal, la otra más oscura y misteriosa.

    La virginidad lunar y el origen de las manchas lunares

    La virginidad del cuerpo lunar parece que se demuestra con el hecho de que la Luna acoge el cuerpo de Dante sin abrirse (Per entro sé l’etterna margarita ne ricevette, com’acqua recepe raggio di luce permanendo unita / La eterna margarita tras su oriente nos recibió como, siguiendo unida, recibe el agua al rayo blandamente). Esta especie de invulnerabilidad del cuerpo lunar encubre en su interior consecuencias psicológicas. De hecho, alude, como veremos, a la solidez interior que el espíritu lunar mantiene incluso cuando la brutalidad del mundo lo agrede.

    Si la Luna es virgen, tiene que ser íntegra y perfecta. Pero entonces, pregunta Dante a Beatriz, ¿por qué desde la Tierra se ven manchas oscuras diseminadas por el cuerpo lunar (segni bui / señales oscuras )? El filósofo Averroes interpretaba las manchas lunares como grietas de la materia mientras que una superstición popular las explicaba con los haces de espinos que Caín llevaba en los hombros. Estas dos explicaciones dan pie a una imaginación negativa: la Luna no parecería ni perfecta desde el punto de vista físico, ni feliz desde el punto de vista psicológico y eso no va bien. Por esta razón, Beatriz, impetuosamente, empieza a impugnar el error y le demuestra a Dante, con una complicada explicación, que la Luna es perfectamente íntegra y que las manchas son simplemente lugares en los que la luz divina no ha llovido.

    El lector se preguntará qué importancia puede tener esa cuestión, pero en el Paraíso la astronomía no es decorativa, sino que es sustancial porque toda la red de significados procede del dato astronómico. La cuestión de las manchas lunares, pues, no es en absoluto peregrina, porque también los espíritus lunares en su vida tienen manchas, es decir, puntos oscuros en los que no ha caído la luz o la gracia divina. De hecho, en la Tierra, por complicadas vicisitudes, independientes de su voluntad, no respetaron el voto de castidad, como veremos a través de sus historias.

    El espíritu lunar

    Los espíritus lunares poseen una belleza particular, casi diáfana. Dante piensa que delante tiene un espejo y se da la vuelta, seguro de que va a encontrarse con alguien, cometiendo el error opuesto al que comete Narciso (dentro a l’error contrario corsi a quel ch’accese amor tra l’omo e ‘l fonte / en el error opuesto caí de quien su amor cambió a la fuente) que había tomado por real su imagen reflejada en el espejo del agua.

    ¿Por qué Dante ha sentido la necesidad de nombrar a Narciso a propósito del espíritu lunar? Probablemente, en la Tierra, los había imaginado como almas que se miran al espejo, encerradas en una especie de autocontemplación (a menudo a los religiosos se les acusa de aislamiento egoísta). Sin embargo, ¿esta frialdad puede formar parte del Paraíso, lugar donde reina soberano el amor de Dios por sus criaturas? De ninguna manera. El narcisismo autista no puede formar parte de la Luna, y lo demuestra un alma que, más que las demás aparece vaga di ragionar / deseosa de razonar, es decir, ansiosa por comunicar.

    Piccarda Donati

    Dante le pide noticias sobre su identidad y las condiciones del primer cielo y ella, rápida y diligente, le revela su identidad y su pasado monástico: La nostra carità non serra porte a giusta voglia….. I’ fui nel mondo vergine sorella; e se la mente tua ben sé riguarda, non mi ti celerà l’esser più bella, ma riconoscerai ch’i’ son Piccarda / No nuestra caridad la puerta, ante justa sed, cierra, … En el mundo yo fui monja y doncella; y si tu vista su agudeza guarda, a ti no ha de ocultarme el ser más bella, mas reconocerás que soy Picarda. Obsérvese el espíritu de caridad abierto a cualquier legítimo deseo.

    A continuación, Piccarda le explica a Dante por qué, junto a los demás espíritus, forma parte del cielo de la Luna: el motivo es que durante la vida ni ella ni los demás consiguieron cumplir plenamente los votos. Aquí también está presente como un juego de luz y sombra: por una parte, estos espíritus son bellos y caritativos pero, por otra, tienen una pequeña tacha, no son impecables debido a esta carencia de votos. Dante, entonces, le pregunta ulteriormente a Piccarda: Ma dimmi: voi che siete qui felici, disiderate voi più alto loco per più vedere e per più farvi amici? / Los que aquí sois felices ¿ciertamente no aspiráis a elevaros, ni tampoco a ver mejor y a que el amor aumente? Intenta comprender si se siente nostalgia, un poco de infelicidad, quizás de envidia por los espíritus de los cielos superiores. Lo que en realidad quiere comprender es si Caín ha dejado secuelas en la psicología lunar, que parece como ofuscada por una especie de perenne insatisfacción.

    Piccarda explica que el espíritu lunar es feliz con lo que tiene y no desea nada más. Si deseara estar más arriba, chocaría con la voluntad de Dios y eso es imposible en el Paraíso, donde reina la armonía y el sentimiento de reciprocidad (E ‘n la sua volontade è nostra pace / Y nuestra paz de su deseo nace). Dante se convence y comprende come ogne dove in cielo è paradiso, etsi la grazia del sommo ben d’un modo non vi piove / por qué en el cielo debe ser todo paraíso, aunque la gracia del sumo bien de modo igual no llueve. Si bien la lluvia de la gracia divina es desigual, en todas partes reina la felicidad.

    Las crónicas de aquella época narran que esta bellísima joven había consagrado su alma a Dios haciendo voto de castidad al entrar en el monasterio de Santa Clara de la orden de las Menores. Ella quería evitar el matrimonio, que le habían concertado sus hermanos, con un noble florentino. Pero el hermano Corso Donati, que estaba en Boloña, al enterarse de ello, fue al monasterio a sacarla con la fuerza para obligarla a casarse. Al cabo de poco tiempo, la pobrecita cayó enferma y murió. Piccarda, criatura bella y amable, tiene miedo del mundo y se refugia en el claustro de un monasterio, para vivir según una perfecta regla de vida. Contraer nupcias con un hombre (que teme que sea brutal como su hermano) le causa terror, se refugia en los brazos del esposo invisible que es Cristo. Pero el mundo la retoma con la fuerza. El impacto es demasiado violento y a Piccarda le cuesta la vida. Piccarda parece la reencarnación de Abel, víctima de Caín, como ella lo es de Corso.

    En su narración, muchas palabras están dedicadas a la experiencia religiosa (Santa Clara, símbolo de perfetta vita / vida perfecta, la regla de su orden que indica una norma ideal, l’abito / el rito que alude al comportamiento ejemplar, el dolce chiostra / dulce claustro que indica el despego del mundo, el esposo invisible que es Cristo) mientras que muy pocas palabras se reservan al drama del rapto y del matrimonio forzado. Se enfatiza la norma respecto al uso, el estilo de vida impecable supera con creces los comportamientos equivocados de las personas, a mal più ch’a ben usi / más en el mal que en el bien diestra. La carencia de los votos no depende de Piccarda, sino del mundo en el que ha vivido. Por ese motivo sobre el penoso hecho se extiende un tupido velo de compasiva discreción. Parece como si en el Paraíso Piccarda hubiera reexaminado el caso y ya no le afectara. Ello, ¿acaso no nos confirma la virginidad del espíritu lunar, que no se abate interiormente por el mal sufrido?

    ¿Pero qué puede significar la vicisitud de Piccarda si la interpretamos? La monja de clausura protegida por el velo es una imagen de enorme riqueza simbólica: su matrimonio con Cristo indica la unión virtual con el elemento divino presente en la naturaleza humana, el claustro es un espacio seguro y separado del mundo real, el velo impide ver el mundo por lo que realmente es, difumina las líneas, esfuma los colores, atenuando el impacto emotivo.

    ¿Cuáles son las situaciones-tipo en las que nuestra vida aparece configurada de esta manera? No hay duda de que el primer claustro de nuestra vida es la infancia. Todo es tranquilo y seguro en aquel espacio pequeño que la estable presencia materna gobierna y que el ir y venir de la figura paterna, móvil pero tranquilizadora por su puntual regreso, marca el paso del tiempo. También, inesperadamente, se nos arranca de la infancia cuando nos damos cuenta del fin del Edén por la desarmonía de miradas, voces, gestos que ya no nos hablan de amor, sino de odio, rencor, cansancio, tedio. En aquel momento, el niño se vuelve un náufrago y empieza su odisea en el mundo real. Aquel dolor se repite en la vida más veces y nos hace sentir náufragos.

    Esto nos hace comprender que quien experimente el dualismo entre la perfección de un mundo protegido y la violencia agresiva de la realidad exterior entra en relación con el arquetipo lunar. El primer espíritu lunar es, pues, por antonomasia, el niño inocente, que paga personalmente las modalidades más o menos violentas con las que se le aleja de su propia infancia. A veces un niño también se encierra en sí mismo como respuesta al desencanto.

    Constanza de Altavilla

    De la misma manera que del novilunio se llega al plenilunio, al final del canto hay un espíritu lunar que es un splendore / esplendor. Nos lo indica Piccarda a través de la vicisitud de una monja que llegó a ser emperatriz (sorella fu, e così le fu tolta di capo l’ombra de le sacre bende. Ma poi che pur al mondo fu rivolta contra suo grado e contra buona usanza, non fu dal vel del cor già mai disciolta. Quest’è la luce de la gran Costanza che del secondo vento di Soave generò’l terzo e l’ultima possanza / fue monja, y su cabeza fue privada de la sombra que el sacro velo tiende. Pero una vez que al mundo fue llevada contra su grado y contra buena usanza, la venda al corazón no fue quitada. La luz es esta de la gran Constanza, que del segundo viento de Süave crió el tercero y la última

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