Ya casi no se habla de ellos, pero el último terminó despertándome justo a las 4:00 de la mañana”, asegura un desvelado vecino de la colonia Mixcoac, refiriéndose a los eventos que empezaron evidenciarse el 3 de diciembre del año pasado y dispararon el de por sí nervioso respeto que los ciudadanos de la capital de México sienten hacia los terremotos. “Estaba dormido y ¡órale!, por poco salgo corriendo”, añade con una risa nerviosa una tarde de marzo de este 2024.
Esa historia forma parte de una serie de hechos que siguen provocando sobresaltos. Apenas 11 días después, la tierra se volvería a mecer con una magnitud de 3.2 con epicentro en la alcadía Álvaro Obregón según refirió el Servicio Sismológico Nacional (SSN) ubicado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con pocas variantes, los relatos de los vecinos se repiten desde entonces una y otra vez. Como el de quien se dedica a arreglar computadoras en un local de la alcaldía vecina, la Benito Juárez: “Éstos son diferentes a los temblores grandes porque, si bien no son tan largos, la diferencia es que contra éstos, disque chiquitos, no puedes hacer nada: surgen de pronto, los sientes y como vienen, se van”.
Los “grandes” a los que se refiere son aquellos temblores que se originan lejos, a más de 300 kilómetros desde las costas del Pacífico