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La selva nunca duerme: late al ritmo de un millón de minilatidos. Los insectos zumban, los monos chillan y las aves cantan, en conjunto crean una sinfonía eufórica. Pero en la húmeda selva ecuatorial casi todos descansan al mediodía.
Navegando en silencio por las aguas terracota del río Yacu-I, permito que la corriente me lleve río abajo. Es uno de los cientos de ríos, arroyos y riachuelos que desembocan en las imponentes cataratas