Tras la muerte de Calixto III, la dinastía valenciana de los Borgia escribió un nuevo capítulo lleno de nepotismo, corrupción y amoralidad, protagonizado por Rodrigo Borgia, el papa Alejandro VI.
Prototipo del noble del Renacimiento —culto, humanista y desprovisto de preocupaciones morales—, político sin escrúpulos y gran diplomático, Rodrigo era (a diferencia de su tío Alfonso, hombre recatado y de costumbres austeras) un hedonista, amante del lujo y el refinamiento. Desde muy joven dio buena muestra de su falta de escrúpulos e ilimitada ambición, aunque también es cierto que no se distinguió mucho de otros papas como Esteban VII, que desenterró y sometió a juicio al cadáver de su predecesor, el papa Formoso; Sergio III, que convirtió la Santa Sede en un burdel de lujo, o Inocencio VIII, conocido por su pedofilia. En su mala fama, de hecho, es probable que más que su controvertida moral pesasen otros factores como el no ser italiano o el fortalecimiento inesperado al que llevó a la institución vaticana, que le hizo granjearse numerosos enemigos.
A LA SOMBRA DE SU TÍO
Rodrigo nació en 1431 en Xátiva (Valencia), en el seno de una familia de la pequeña nobleza local formada por Jofré de Borja y Doms (también conocido como Jofré Llançol i Escrivà o Jofré de Borja y Escrivà) e Isabel de Borja, hermana del futuro papa Calixto III. En 1437 murió su padre y el pequeño se trasladó a Valencia junto con su madre y sus hermanos Pedro Luis, Tecla, Juana y Beatriz, instalándose en el palacio de su tío el obispo Alfonso de Borja, quien por entonces se encontraba en Italia en el séquito del Magnánimo. Así, fue educado con todas las facilidades de la juventud de la nobleza española del siglo xv.
Inició sus estudios en Valencia, pero en 1453 su susodicho tío Alfonso (entonces cardenal y obispo de Valencia), que residía en Roma como se dijo, lo envió a estudiar Derecho Canónico en la Universidad de Bolonia, donde se doctoró en 1456,