Dedicamos el reportaje de este mes al actor que fue, por delante incluso de Edward G. Robinson, el máximo icono del cine de gánsteres de los años treinta del siglo XX, con prolongación en los cuarenta merced al clásico con el que el director Howard Hawks puso punto final a la etapa clásica de dicho subgénero, Al rojo vivo (1941), en la cual interpretó al personaje más icónico de su filmografía, Cody Jarrett, el perturbado y enmadrado delincuente empeñado en mostrarle a su progenitora que finalmente ha conseguido ser el rey del mundo, aunque para ello lo tenga que hacer arder quemándose en las llamas de su psicopatía criminal.
La era de los “tipos duros”
La diferencia con Robinson radicaba en la manera en que Cagney encarnaba a sus gánsteres, en modo Robin Hood y con aspiraciones a presentarse como un rebelde fatalmente atrapado en su propio laberinto de violencia como supervivencia, la variante Robinson como gánster, fundamentalmente en dos películas claves del género, Hampa dorada (Mervyn LeRoy, 1931) y Cayo Largo (John Huston, 1948), tenía la violencia como vesánica brújula de sus actos, llevado por un instinto depredador colérico, frenético, incontenible.
Entre estos dos “tipos duros”, a modo de punto intermedio, encontró su sitio un Humphrey Bogart previo a su estrellato, ejerciendo como antagonista en las películas de Cagney, hasta que este decidió pasar a otra cosa, otro género, y dejar hueco al que fuera un Bogart secundario para que probara los papeles protagonistas a modo de relevo, especialmente desde que protagonizó El bosque petrificado (Archie Mayo, 1936).
Entre los iconos del cine de acción del Hollywood de los años treinta y cuarenta, estos actores hicieron también el viaje desde las estructuras más puras del cine de gánsteres a las claves de su legítimo heredero, el cine negro, incursionando en algunos momentos en el cine carcelario, subgénero dentro del subgénero de las fábulas de gánsteres, para reciclarse de delincuentes en agentes de la ley y el orden en una de las mascaradas más falsarias del sistema de estudios de Hollywood intentando aplacar las voces de unos Estados Unidos que se y el teatro, mientras el cine y el cómic se inclinaban a transformar el protagonismo de los delincuentes en fábulas de detectives y policías ejemplares.