En sus cien años aproximados de existencia, Mimar Sinan tuvo tiempo de vivir dos vidas, una como militar y otra como alto cargo de la corte otomana. Tres, si contamos con el hecho de que, en la adolescencia, lo arrancaron de su familia, modificando su nombre y religión. Cada una de ellas lo preparó para la siguiente, pero fue en su espléndida madurez, e incluso en su vejez, cuando emprendió las obras que lo harían pasar a la posteridad como el mejor arquitecto otomano del período clásico, toda una leyenda del arte islámico.
, sin embargo, nuestro protagonista no estaba destinado a ser una persona importante. Tal vez por ello, su fecha y lugar de nacimiento se pierden en la bruma. Desde luego, no