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Los personajes más productivos de la historia
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Libro electrónico275 páginas4 horas

Los personajes más productivos de la historia

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Nunca se supo cómo lo hizo. Pocos compositores escriben más de una o dos sinfonías durante su vida. Beethoven dedicó un año para componer sus sinfonías más cortas sin embargo necesitó más de seis años para su novena sinfonía. Pero Georg Philipp Telemann compuso al menos 200 oberturas en un periodo de dos años. A lo largo de su vida,  Telemann completó más de 3000 piezas, aunque sólo 800 han sobrevivido hasta nuestros días.

No fue el único cuya productividad desafió todo límite de la razón. El científico griego Arquímedes descubrió fenómenos matemáticos que no fueron confirmados hasta 17 siglos después. Isaac Newton creó la física clásica, y fue uno de los inventores del cálculo. Benjamin Franklin escribió, publicó, polemizó, inventó, experimentó y bromeó. Y en ocasiones lo hacía todo a la vez. Theodore Roosevelt fue el primer estadounidense que ganó un cinturón de judo, que cazó, que escribió varios libros y que leía cuatro horas al día, incluso en los momentos más difíciles de su vida política.

Este libro explora las vidas de los 18 personajes más productivos de la historia. Analizaremos las culturas en las que nacieron y los métodos que utilizaron para conseguir unos resultados tan arrolladores. Puede que incluso hasta tengamos tiempo de concentrarnos en los quehaceres de nuestras vidas que son realmente significativos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 ago 2015
ISBN9781507117620
Los personajes más productivos de la historia

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    Muy bueno el contenido, aunque la traducción no tanto. Pero se comprende.

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Los personajes más productivos de la historia - Michael Rank

Los personajes más productivos de la historia

18 inventores, artistas y emprendedores extraordinariamente prolíficos, desde Arquímedes hasta Elon Musk.

Por Michael Rank

Traducción: Aurora Ramírez

Edición Digital

Copyright © 2015 Five Minute Books

Todos los derechos reservados

ÍNDICE

Tabla de contenido

INTRODUCCIÓN

PARTE I

CIENTÍFICOS E INVENTORES

CAPÍTULO 1

ARQUÍMEDES (287-212 a. C.)

CAPÍTULO 2

ISAAC NEWTON (1642-1726)

CAPÍTULO 3

BENJAMIN FRANKLIN (1706-1790)

CAPÍTULO 4

THOMAS EDISON (1847-1931)

CAPÍTULO 5

ELON MUSK (1971-)

PARTE II

ESCRITORES Y ARTISTAS

CAPÍTULO 6

LEONARDO DA VINCI (1452-1519)

CHAPTER 7

GEORG PHILIPP TELEMANN (1681-1767)

CAPÍTULO 8

RICHARD FRANCIS BURTON (1821-1890)

CAPÍTULO 9

ISAAC ASIMOV (1920-1992)

PARTE III

PERSONAJES DE ESTADO

CAPÍTULO 10

JULIO CÉSAR (100-44 a.C.)

CÁPITULO 11

JUSTINIANO EL GRANDE  (482-565)

CAPÍTULO 12

FELIPE II DE ESPAÑA (1527-1598)

CAPÍTULO 13

NAPOLEÓN BONAPARTE (1769-1821)

CAPÍTULO 14

THEODORE ROOSEVELT (1858-1919)

PARTE IV

FILÓSOFOS Y TEÓLOGOS

CAPÍTULO 15

IBN SINA (980-1037)

CAPÍTULO 16

SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225-1274)

CÁPITULO 17

Catalina De Siena (1347-1380)

CAPÍTULO 18

CHARLES SPURGEON (1834-1892)

CONCLUSIÓN:

UNA VIDA PRODUCTIVA EN LA CULTURA DEL CUBÍCULO DE LA OFICINA DEL SIGLO XXI

AGRADECIMIENTOS

BIBLIOGRAFÍA

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Off the Edge of the Map:

Marco Polo, Captain Cook, and 9 Other Travelers and Explorers

That Pushed the Boundaries of the Known World

SOBRE EL AUTOR

UNA ÚLTIMA COSA

INTRODUCCIÓN

Nadie bebía tanto café como Honoré de Balzac, escritor francés del siglo XIX. Escribía miles de palabras al día mientras bebía hasta 50 tazas de café solo, y normalmente lo bebía con el estómago vacío.

Balzac estaba descontento con el estado de la literatura de su país. Lo rodeaban poetas románticos y dramaturgos que enfatizaban emociones intensas, como la poesía épica y fetichista, y el lenguaje pomposo de Alexandre Dumas, Víctor Hugo y Walter Scott. La prosa acaramelada inundaba las librerías de París. Por lo que a él respecta, Balzac prefería experiencias de seres humanos a lo abstracto. Y prefirió escribir sobre muchos de ellos: escribió sobre todos y todo los detalles de la sociedad francesa desde 1815 en adelante.

Balzac presentó un panorama significativo de la sociedad francesa al reconstruir meticulosamente a la clase obrera de las ciudades francesas y la vida en los pueblos. Desde el punto de vista de un periodista, plasmó detalles de las vidas de miles de personas de todos los gremios, profesiones, orígenes, y niveles de respetabilidad social. Balzac describió a soldados, aristócratas, trabajadores, espías, amantes y bribones. Describió la decoración, las vestimentas y las posesiones. Entre sus contextos se encuentran ciudades, campiñas, puertos, colegios, iglesias y prisiones.

« ¡Si supieras cuánto trabajo!» le escribió a un amigo en 1832, después de acabar otro libro de su análisis descriptivo. «Soy un galeote de la pluma y la tinta, un verdadero comerciante en cuestión de ideas».

El resultado fue La Comédie humaine, una colección de varios tomos de novelas y de historietas interconectadas que describían la sociedad francesa durante la Restauración borbónica y la Monarquía de Julio (1815-1848). La colección total de sus obras cuenta con 140 obras, de las cuales 95 novelas fueron terminadas y 48 están incompletas. Fue el empeño literario más amplio llevado a cabo por una sola persona en toda la historia. Un total de 24 tomos fueron publicados como edición definitiva entre 1869 y 1876.

Y a fin de plasmar todo lo que existía en su mundo, Balzac no le daba descanso alguno a su cafetera. Bebía el café necesario para mantener despiertos a una brigada bomberos de guardia, ya que consumía 50 tazas al día, como ya se ha mencionado antes, e incluso a veces se bebía dos tazas a la vez con el estómago vacío. La cafeína ayudó a Balzac a mantener un ritmo de trabajo legendario. Comía una comida ligera a las 6 de la tarde, dormía hasta medianoche, y a continuación se despertaba y seguía trabajando hasta 15 horas seguidas. Una vez llegó a proclamar  que había trabajado 48 horas de forma continuada, con una pausa de tres horas para descansar.

El líquido que inspiraba a Balzac tenía tal importancia en su vida, que escribió un ensayo sobre su complicada relación: Los placeres y los dolores del café. Al comienzo premia al elixir por poner la sangre en movimiento, por espantar el sueño, y por incentivar la capacidad de introducirse en el ejercicio intelectual durante más tiempo. Sin embargo, no era suficiente. Pues Balzac describe los horribles efectos que el café produce en un estómago vacío, el dolor podía hacer que un adicto a drogas intravenosas se encogiera de miedo:

Este café cae en el estómago, un saco aterciopelado por dentro y tapizado de alvéolos chupadores y papilas; el café lo encuentra vacío, ataca ese forro delicado y voluptuoso, se convierte en una especie de alimento que requiere sus jugos; los exprime [...] maltrata esas hermosas paredes como un carretero que brutaliza a sus caballos; los plexos se inflama, queman y lanzan chispas hasta el cerebro. A partir de entonces, todo se agita. Las ideas rápidas se ponen en marcha como los batallones de un gran ejército en el campo de batalla, y se libra la batalla... El papel se llena de tinta, pues empieza el desvelo que terminará en torrentes de agua oscura, como la batalla en pólvora negra.

Balzac murió relativamente joven, probablemente debido a enfermedades producidas por sus malos hábitos de sueños y por la consumición inhumana de café. No obstante, su influencia en la literatura es incuestionable. A pesar de no tener un mecenas, dejó para la posteridad suficientes escritos como para llenar varias estanterías en las librerías.  Fuera el café el secreto de su prodigalidad o no, su alto nivel de producción le hizo ganarse la reputación de un gigante literario.

Otro personaje ambicioso proviene de una época y lugar diferente a Balzac, pero su nivel de producción es parecido. Mimar Sinan, el arquitecto imperial del Imperio Otomano durante el siglo XVI, que construyó y supervisó 476 edificios durante toda su vida. En comparación, un gran maestro arquitecto italiano coetáneo habría diseñado sólo algunas basílicas. Sinan fue el dirigente del conjunto de arquitectos de la corte. Pasó 50 años diseñando mezquitas, palacios, tumbas, colegios, harenes, hospicios, madrazas, caravasares, fuentes, silos, acueductos y hospitales. Sus mezquitas dominan todavía en nuestros tiempos la silueta del distrito histórico de Estambul. Las construcciones de Sinan representan el punto culmen de la arquitectura Otomana clásica, gracias a la pureza geométrica y la integridad espacial con que fueron diseñadas.

El edificio más impresionante del legado de Sinan es la mezquita de Suleimán. Se trata de la mezquita imperial construida en honor al Sultán Suleimán. El Sultán le encargó una estructura imperecedera, que fuera mayor que el resto de mezquitas de la ciudad. Suleimán le concedió a Sinan fondos casi ilimitados para construir la mezquita, y decretó que el edificio incluiría servicios para los habitantes de la ciudad, incluyendo cuatro escuelas coránicas, una cocina pública, un hospital, un asilo, un baño turco, e incluso alojamiento para transeúntes. Sinan terminó la inmensa construcción en solo siete años. Su estructura abovedada desafía a la catedral de Santa Sofía  por su grandeza, y además  sobresale de la silueta de Estambul hasta hoy.

La habilidad de Sinan para diseñar cientos de mezquitas proviene de su capacidad para compatibilizar varios proyectos a la vez. Mientras supervisaba la construcción de la mezquita de Suleimán, se tomaba pequeños descansos en los que diseñaba edificios de menor tamaño. Los arquitectos locales utilizaban sus planos y los llevaban a cabo. Trabajaban con los borradores de Sinan y completaban los planos del diseño con sus elecciones estilísticas propias. Sinan incluso no llego a ver muchos de sus construcciones famosas fuera de Estambul, aunque tuvieran su sello.

Se deja abierto al debate si Sinan fue un supervisor prodigioso de sus subordinados, o si es culpable de atribuirse el mérito del trabajo de otros. No obstante, nadie discute que sus construcciones son la mayor herencia arquitectónica en pie del período Otomano clásico del siglo XVI. Estas cubren los dominios del antiguo Imperio Otomano, que comprendía desde Arabia Saudí y Siria hasta Armenia y Hungría.

Las vidas de Balzac y de Sinan tienen poco en común al margen de su increíble productividad. Sus producciones vitales mejoraron las de otros multiplicándolas por 10 o incluso por 100. Balzac prácticamente definió él solo todo un género de la literatura francesa. Sinan definió la arquitectura otomana y llenó el Imperio de los suficientes monumentos para competir con Europa en grandeza cultural.

¿Pero cómo lo hicieron? Más allá de beber cantidades ingentes de café o de tener una oficina llena de subordinados, ¿cómo se las ingeniaron para lograr completar en un año lo que muchos profesionales consiguen durante toda su vida? ¿Tenían tremendas capacidades intelectuales, o había algún otro factor causante de sus logros?

Este libro explorará la vida de los 17 personajes más productivos de la historia. Nos adentraremos en sus biografías, comprenderemos el contexto cultural en el que nacieron, y conoceremos los métodos que utilizaron para conseguir unos resultados tan aplastantes. Sus procesos exactos para triunfar serán desglosados y analizados día tras día, o incluso hora tras hora. Será un proceso fácil para llevar a cabo con algunos personajes: Benjamin Franklin y Charles Spurgeon dejaron autobiografías en las que alardearon de su prodigalidad, e incluso incluyeron sus agendas. Sin embargo, otros dejaron menos detalles, aunque sabemos lo suficiente de sus vidas para aplicar un proceso de retroingeniería y descubrir sus patrones de trabajo.

Pero en primer lugar, una precisión de cómo este libro define productividad. No es una medida de la cantidad total de horas dedicadas al trabajo por día. Muchas personas a lo largo de la historia han trabajado muchas horas. Los agricultores de subsistencia trabajaban 16 horas al día antes de la Revolución Industrial (aunque sólo era por temporadas). Los esclavos, desde el Imperio Romano hasta antes de la guerra de Secesión en el sur de Estados Unidos, trabajaban hasta su muerte. Más que eso, la productividad se considera en términos de efectividad: realizar una obra orientada a un objetivo; que trata de completar las tareas adecuadas, y no simplemente de realizar muchas tareas para conseguirla.

Pongamos por ejemplo la diferencia entre Dave Tomar e Isaac Asimov. Tomar es el autor del libro publicado en 2012: The Shadow Scholar: How I Made A Living Helping College Kids Cheat.[1] Dedicó una década a hacer trabajos por encargo de estudiantes vagos, y escribió trabajos finales, redacciones e incluso tesis a la velocidad de la luz. Tomar llegó a escribir cinco páginas de textos académicos en una hora, produciendo así, miles de palabras al año.

Isaac Asimov probablemente no escribió tan rápido. Sin embargo, la diferencia radica en lo que escribió. Produjo alrededor de 500 libros a lo largo de su vida en casi todas las categorías del Sistema Decimal de Dewey. Muchos son clásicos del género de ciencia ficción. Además, inspiró a dos generaciones de jóvenes de la era de la Guerra Fría a comenzar a estudiar ciencias.

En los perfiles de este libro, encontraremos información sobre los Isaac Asimov, no sobre los Dave Tomar que hay en el mundo. Este libro considerará personajes de diferentes momentos históricos y profesiones. Arquímedes fue un científico y matemático griego que vivió en Sicilia en el S. III a.C. Observó fenómenos matemáticos que no se comprobaron hasta 17 siglos después. El emperador Justiniano gobernó el Imperio Bizantino durante el siglo VI, e intentó el resurgir del Imperio Romano de Occidente.

Ibn Sina fue un matemático medieval que escribió cientos de tratados, en el que se incluye un compendio médico utilizado en las universidades europeas durante los 400 años siguientes. El rey español Felipe II gobernó un imperio que se extendía por los cinco continentes desde su trono en Madrid en el siglo XVI. Charles Spurgeon fue un pastor anglicano del siglo XIX que dirigió una iglesia de más de 10.000 fieles, y sus sermones vendieron 50 millones de copias. Isaac Newton inventó la física clásica y fue uno de los inventores del cálculo matemático. Benjamin Franklin escribía, publicaba, intervenía en política, inventaba, experimentaba y bromeaba, a veces todo al mismo tiempo. Theodore Roosevelt ganó las elecciones presidenciales dos veces, y fue el primer estadounidense en ganar un cinturón de judo. Además, cazaba, escribió varios libros y leía cuatro horas al día, incluso durante las etapas más atareadas de su vida política. Y por si eso fuera poco, también ganó el premio Nobel de la paz y fue el primer presidente en salir de los Estados Unidos durante su mandato para poder visitar la construcción del Canal de Panamá.

Algunos de estos personajes fueron productivos debido a su inteligencia increíble. El teólogo medieval Tomás de Aquino proclamó que recordaba todo lo que leía, de modo que su cerebro era como biblioteca enorme. Según consta, era capaz de dictar a cinco escribas al mismo tiempo sobre cinco libros diferentes. Napoleón Bonaparte ascendió los rangos de la armada francesa principalmente debido a su memoria extraordinaria. En una campaña militar en 1805, un subordinado no podía localizar su unidad. Napoleón le dijo al oficial la ubicación en ese momento de su unidad, donde habían acampado para pasar las siguientes tres noches, la fuerza de su unidad y el historial militar del subordinado. Todo eso, a pesar de que el subordinado era uno de entre 200.000 soldados, y que sus unidades estaban en movimiento constante.

Otros consiguieron su productividad por ser adictos al trabajo. Thomas Edison rara vez dormía, si no era en su banco donde se echaba una siesta de 2 horas, después de estar más de 20 horas trabajando sin descanso en experimentos. Charles Spurgeon trabajaba normalmente unas 18 horas al día. Escribía más de 500 cartas a la semana y predicaba 10 veces a la semana. Nunca se permitió un día de descanso, salvo cuando su salud estaba tan resentida que se veía forzado a guardar cama. En cuanto se reestablecía, seguía con su agenda frenética. Elon Musk es el director ejecutivo de dos empresas, una de coches eléctricos y otra de trasbordadores espaciales. Las puede dirigir porque trabaja más de 100 horas a la semana. El tiempo que pasa con sus cinco hijos también los pasa con su teléfono respondiendo correos electrónicos.

No obstante, ser adicto al trabajo no es un prerrequisito para ser productivo. Algunos han sido productivos de forma espectacular siguiendo una agenda diaria muy estructurada. Benjamin Franklin se levantaba a las 5 de la mañana todos los días y planeaba su agenda. A continuación, empezaba a trabajar a las 8 de la mañana, seguía trabajando de 2 a 5 y terminaba a las 6. Tomás de Aquino vivió en un monasterio y tenía todos los momentos de su vida dictados por las reglas de su orden religiosa. Cuando no viajaba, Tomás de Aquino sabía exactamente lo que tenía que hacer cada hora del día. Isaac Asimov empezaba a escribir a las 6 de la mañana y escribía al menos 5.000 palabras al día, sin considerar la calidad de sus escritos. Adquirió ese hábito de niño, cuando trabajaba en la tienda de golosinas de su padre ruso, que abría a las 6 de la mañana todos los días para atender a la clientela urbana a las horas clave.

Todos también consiguieron mucho al delegar tareas a los que los rodeaban. Julio César escribió un recuento histórico de las Guerras de las Galias, mientras lideraba expediciones militares. Lo hacía dictando cartas a sus escribías mientras montaba a caballo. Plinio el Viejo decía que solía dictar cuatro cartas a la vez, y llegaba la séptima durante los períodos de mayor movimiento. De esta forma, era capaz de escribir sus informes formales y detallados al Senado; su Comentarios a la guerra de las Galias fue publicado en una colección de siete tomos.

Thomas Edison tenía a muchos ayudantes en su proyecto, y eso le permitió archivar alrededor de mil patentes y acumular 5 millones de páginas de registros. Sus habilidades organizativas le permitieron institucionalizar sus diseños creativos, pasárselos a sus ayudantes y multiplicar su efectividad.

Pero sobre todo, los personajes más productivos de la historia eran capaces de serlo porque se dirigían a un objetivo mayor. Cada día, semana, mes y año estaba dedicado a un propósito mayor. Esta visión de la vida les ayudó a sobrellevar períodos de dificultad. Personajes religiosos como Aquino y Ibn Sina creían que su trabajo servía a la causa de Dios y les llenaba de gloria. Justiniano creía que su reino podría resucitar el Imperio Romano perdido. Elon Musk se desvive por su empresa de diseño de trasbordadores espaciales SpaceX para colonizar Marte y hacer de la humanidad una especie multiplanetaria. Todos ellos comprendieron que la productividad no es un accidente sino el resultado de un esfuerzo concentrado en un propósito en concreto.

A pesar de que no muchos de nosotros llegaremos a lograr el nivel de producción de los personajes de este libro, hay varias lecciones que podemos aprender. Estas historias nos pueden ayudar a centrar nuestros esfuerzos en algo que puede marcar la diferencia, al contrario de todos esos esfuerzos que se centran en el trabajo sin más pretensiones. Nos pueden enseñar formas de convertirnos en emprendedores en el sentido técnico de la palabra: cambiar activos de las áreas improductivas a las productivas. Quizás con estos ejemplos en mente, podamos sacar el tiempo suficiente para centrarnos en las tareas de nuestras vidas que sean realmente significativas. Franz Kafka decía: productividad es ser capaz de realizar cosas que no podíamos realizar con anterioridad. Los genios productivos que estamos a punto de conocer nos pueden enseñar el camino.

PARTE I

CIENTÍFICOS E INVENTORES

CAPÍTULO 1

ARQUÍMEDES (287-212 a. C.)

La ciudad noruega de Rjukan se sume en la oscuridad seis meses al año. Se ubica en un valle donde sus 3000 residentes se pasan media vida en una sombra perpetua. Sin embargo, la ciudad está haciendo algo para capturar los rayos del sol y dirigirlos hacia su ciudad. Para iluminar los sombríos inviernos, los habitantes de Rjukan han instalado tres espejos de 51 metros cuadrados para reflejar la luz del sol en la ciudad.

«La plaza principal se convertirá en un lugar de encuentro soleado en una ciudad sumida en la sombra» clama la web oficial de Rjukan. Los espejos que reflejan la elipse de luz están controlados por un ordenador que sigue la trayectoria solar. Por primera vez, el sol invernal brilla en la ciudad.

− ¡Ha salido el sol! – dice la secretaria jubilada Ingrid Sparbo, al tiempo que levanta la cara y entrecierra los ojos

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