Cuando hace dos años le pregunté a Javier Milei si se imaginaba presidente, se tomó un segundo y dijo: “Por el mero hecho de calzarme una banda y un bastón… Yo no suspiro por el poder”.
Como un eterno , un mandatario asume con una herencia cada vez más pesada, esta vez más grave, de un país al borde de la quiebra, sin