UN día de 2009, Ignacio “Nacho” De Marco ya no estaba más en Buenos Aires. Las incertidumbres y los huracanes de una Argentina indómita lo habían depositado a sus 25 años en Australia. Si bien el hemisferio era el mismo, ahora todo era distinto y un nuevo camino de ladrillos amarillos se imponía en su destino.
Nadie diría que iba a estar ahí. Nacho estudió en un colegio secundario público, “de esos con número, no de los famosos”, le aclara a Forbes Argentina en una entrevista exclusiva en Los Gatos, al sur de Silicon Valley. Su pasión estaba por el lado de la contabilidad: “Pensaba que iba a ser contador, había temas hasta de impuestos que me encantaban”. Pero su padre, especialista en software, lo motivó para que lo ayudara en algunos proyectos y descubrió un nuevo mundo: “Me pagaba US$ 1 la hora y era como tocar el cielo con las manos”. Tras realizar estudios universitarios en áreas de sistemas sin nunca dejar de trabajar, su especialización le abrió las puertas para probar un puesto estable en Australia como Project Manager técnico, donde codeaba y manejaba el proyecto.
Contar con un futuro previsible no ahogó la llama de emprendedor que albergaba: “Junto a Pablo Azorin, que seguía en Buenos Aires, comenzamos a tener clientes. Cada uno tenía sus trabajos fijos pero sentíamos que nuestra idea se podía corporizar en una empresa, que ya tenía nombre: BairesDev”.
Con Azorin se habían conocido en un curso de especialización en Administración de Proyectos Tecnológicos y