Soy un comunista, no tengo intención de abandonar la ciudad”. Así de rotundo respondió Aleksandr Rodímtsev cuando Vasili Chuikov, su superior y responsable de la defensa de Stalingrado, le informó de la situación al poco de cruzar el Volga. El Ejército Rojo necesitaba declaraciones como las de este general, que demostraran un carácter firme para encarar con éxito el combate contra las tropas del Tercer Reich.
Rodímtsev vio la luz en el año de la derrota de su país en la guerra rusojaponesa (1904-1905), en el seno de una familia campesina. Estos orígenes humildes y su afiliación al Partido Comunista de la Unión Soviética le valieron para convertirse en el prototipo de militar que quería el régimen soviético durante los años veinte y treinta. De este modo, su gran oportunidad le llegaría recién adquirido el grado de teniente: iría a España como asesor militar de la República.
Llegó a Madrid en un momento crítico, a finales de 1936, en pleno asalto a la capital por parte de las tropas nacionales, que querían obtener una victoria decisiva en la Guerra Civil. Rodímtsev fue destinado a la 1.ª Brigada Mixta del comandante comunista Enrique Líster, a quien definió como “un jefe militar de talento”. Los republicanos españoles apodaron al asesor “Pablito”, y