Acomienzos del siglo xiii Venecia, tras su participación en la cuarta cruzada y gracias a los beneficios obtenidos en la misma, se había convertido en una potencia económica envidiable que dominaba el Levante, con colonias en Asia Menor y Grecia. Con su gobierno aparentemente perfecto —una República que garantizaba la igualdad a sus ciudadanos y un sistema de elección de las magistraturas que impedía que la urbe recayese en manos de una sola familia como sucedía en otros territorios de Europa—, la Serenísima despertaba la atención del resto de potencias, construyéndose así el «mito de Venecia», que los propios venecianos alimentaron.
LA CUARTA CRUZADA
En 1198, tras el fracaso de la tercera cruzada que había sido incapaz de recuperar Jerusalén de manos musulmanas, el pontífice Inocencio III convocaba una nueva expedición, que acabaría marcando un hito en la historia de Venecia. La predicación de la cruzada en Francia por Fulco de Neuilly consiguió la adhesión de algunos nobles como Teobaldo III, conde de Champaña, a los que se sumaron otros caballeros alemanes, flamencos e italianos.
En esta ocasión, la expedición tenía como objetivo desembarcar