Alo largo de la Historia el viaje ha estado asociado al comercio y a las guerras. El desplazamiento de un lugar a otro por turismo estaba solo al alcance de unas minorías, los dignatarios y las élites, aunque también hubo en la Edad Media viajes de investigación o por placer de escritores que no pertenecían a la aristocracia. En otra vertiente, más dramática, estaban los viajes por el exilio o la deportación.
Es cierto que, desde la caída del Imperio romano de Occidente, en el año 476 d. C., los desplazamientos estaban muy limitados, pero hubo personas que hicieron realidad el dicho de san Agustín, obispo de Hipona, quien en el tránsito del siglo iv al v d. C., afirmaba «el mundo es un libro y aquellos que no viajan, no leen de él más que una página».
El Medievo ha sido interpretado con frecuencia por la historiografía más rancia como un largo periodo de ruptura con todo lo que el mundo clásico representaba a través de su más postrero heredero encarnado en la romanización