Marmolista de profesión, Pablo Esteban Bienvenido había regresado a España tras pasar varios años en Francia, donde estuvo ingresado diez meses en un psiquiátrico tras acuchillar a una mujer en París.
Según el relato que recogen los periodistas Manuel Marlasca y Luis Rendueles en su libro Así son, así matan (Temas de Hoy, 2002) él justificó su agresión así: «Fueron los dueños de la casa donde vivía en París, yo pagaba una renta muy baja y querían echarme. Se querían deshacer de mí. Entonces se compincharon con los del bar para envenenarme con la naranjada. La bebí y me explotó la cabeza, caí siete veces muerto y me levanté, salí corriendo a la calle. Era la guerra. Me crucé con una chica y le di un navajazo de lado».
Ya instalado en la localidad de Azuqueca de Henares, los delirios de Pablo Esteban Bienvenido volvieron a germinar en forma de desconfianza hacia sus vecinos y familiares, a los que acusaba de ir en su contra y de influir en su mujer para aprovecharse de ella. Así hasta que, en la noche del 23 de diciembre de 1997, disparó a su mujer y quemó la casa, acusándola de querer envenenarle con la cena.
Debido a las heridas, esta moriría unos meses después y él terminaría como preventivo en la cárcel de Soto del Real. Sería allí donde, en la madrugada del 12 de enero de 1999, cometería su segundo asesinato. La víctima fue su compañero de celda, al que golpeó