En 425 a. C., el rey espartano Agis invadió Ática y trató de forzar un enfrentamiento terrestre con los atenienses sin conseguirlo. La táctica de Pericles de defender a toda la población en el interior de la muralla de la ciudad volvió a dar sus frutos. Los espartanos eran incapaces de tomar la ciudad por la fuerza. Sin duda, las murallas protegieron a los atenienses, y ese encierro supuso un cambio de vida radical para muchos agricultores y ganaderos, ya que tenían que llevar a cabo las labores agrícolas en el exiguo terreno interior del perímetro defensivo de la ciudad. Asimismo, la superpoblación que vivió Atenas en aquellos momentos causó las terribles epidemias que provocaron la muerte a muchos ciudadanos, incluido el propio Pericles.
LA FLOTA ATENIENSE CONTRA LA PELOPONESIA EN COMBATE
Mientras los espartanos acosaban el territorio del Ática, una flota ateniense compuesta por 40 barcos que navegaba hacia Sicilia hizo una escala en Pilos, al oeste del Peloponeso. El general Demóstenes quería convertir esta ciudad en una cabeza de puente para que el ejército ateniense hiciera incursiones en el corazón del territorio enemigo. El rey Agis comprendió el peligro que corría Esparta y abandonó el Ática para dirigirse con su ejército hacia Pilos.
Los espartanos atacaron por tierra y por mar durante dos días las posiciones atenienses sin lograr desalojarlos. La situación se agravó con la llegada de otros 50 barcos atenienses que iban acompañados de trirremes de ciudades aliadas. Tras varias escaramuzas, un grupo de espartanos quedó cercado y el rey Agis no tuvo más remedio que enviar una embajada a Atenas para tratar de llegar a un acuerdo de paz. Pero las negociaciones se torcieron cuando el político ateniense Cleón acusó a los espartanos de farsantes: estos abandonaron Atenas y la tregua se fue al traste.
La situación de los mil hombres que mantenían los atenienses