Una vez fueron derrotados los persas, la Liga de Delos continuó su actividad, proporcionando un importante apoyo financiero a Pericles. En aquel entonces, el comercio marítimo se hallaba en pleno auge y el puerto del Pireo se convirtió en el principal foco de desarrollo económico del mundo griego. El objetivo ateniense de poner en pie un imperio hizo que aumentara el número de sus enemigos, tanto entre sus aliados como entre los que se consideraban abiertamente rivales.
El Gran Estratega era plenamente consciente de ello: «Todo el que ha pretendido dominar a otros ha incurrido inmediatamente en odio e impopularidad», afirmó Pericles. Pero también dijo que «es mejor ser envidiado que compadecido ». Sabía las ventajas comerciales que acarreaba un imperio.
ATENAS ENVIDIADA
Con el dominio del mar, los atenienses podían comerciar y adquirir bienes en los lugares más remotos. Fue aquel sorprendente auge comercial, cultural y político el que puso en guardia a sus enemigos.
Durante esos años de desarrollo económico y cultural, Tucídides dirigió el grupo de conservadores que se opusieron a la política del Gran Estratega. Nacido en una familia aristocrática, Tucídides era el abuelo del joven historiador del mismo nombre que tanto admiró a Pericles. Por el contrario, el conservador Tucídides detestaba al mandatario ateniense y su ideología demócrata. Fue el rival más temible al que se enfrentó Pericles a lo largo de su mandato en Atenas.
Tucídides se movía como pez en el agua entre las clases adineradas del Ática, cuyos miembros deploraban el régimen de libertades que había impuesto el líder ateniense. Las familias ricas sentían una gran fascinación por las competiciones atléticas y solían coincidir en los juegos de Olimpia y Delfos. Los atletas procedían de los círculos aristocráticos de Egina y de otras ciudades-Estado, aunque también provenían de algunas familias nobles