Marie-Clementine Valadon tiene 11 años, se ha escapado del colegio de monjas esa mañana. Está sentada junto a la acera. En 1876, en París, hay poco tráfico de personas y carruajes, y puede estar tranquila. Ha robado unas cuantas tizas. Y con ellas, está dibujando un gato sobre la piedra. Un gato elegante. Con la mirada firme. Y parece sonreír. Algún día tendrá un gato y lo llamará Raminou. Pintar le hace olvidarse del mundo. No piensa en su ciudad natal, Bessines-sur-Gartempe. No piensa en el trabajo de lavandera de su madre, cuyo escaso salario, las obliga a llevar una vida precaria. Y no piensa en que nunca conoció a su padre. Pero ahora Suzanne está pintando un gato. No piensa en nada. Y es feliz.
Marie ya tiene 12 años. Ha abandonado a su madre para ir a vivir al barrio más libertino de París a finales del siglo xix, Montmartre. Cabarets. Burdeles. Tabernas. Allí se mueve todo el arte parisino. Pintores. Músicos. Escritores. Y ella busca una oportunidad. Espera ser una gran artista del lienzo.
Ha pasado un año en el cabaret. Pero Marie ya no trabaja allí. Ahora vive del circo
Lleva ya tiempo viviendo en Montmartre. Ha conocido a muchas personas de dudosa reputación. Borrachos. Prostitutas. Artistas. Busca trabajo. No le está yendo bien. Una amiga le ha recomendado que pregunte en el cabaret Lapin Agile. El cabaret más antiguo