Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa está de muy buen humor. No ha parado de reír en las ultimas tres horas, aunque quizá, hayan sido cuatro. Puede ser porque ya ha bebido tres terremotos, que es lo que acostumbra tomar diariamente. El terremoto, como él mismo lo ha bautizado, es una mezcla de coñac con absenta, brebaje conocido entre los bohemios como «Hada verde». Pero Henri no lo bebe únicamente para «inspirarse» mientras pinta la vida nocturna parisina, sino porque así la vida le parece mas divertida. Henri es alcohólico, pero también es uno de los mayores pintores posimpresionistas de finales del siglo XIX.
Henri está en el Moulin Rouge, el cabaret más popular del barrio de Montmartre, en París. Desde que el local abrió sus puertas en 1889, Henri es un cliente asiduo. Es amigo de Josep Oller, el dueño, y por consiguiente tiene su propia mesa cerca de la pista de baile, donde ocurre todo. Desde allí puede observar bien a los protagonistas de esas noches frenéticas que inmortalizará en sus carteles, dibujos y lienzos. Todo el mundo en el nocturno París conoce a Henri. Es peculiar. Yvette Guilbert, bailarina y amiga de Henri le describe: «Una cabeza morena, enorme, la cara muy colorada y con barba negra, una piel grasa, aceitosa, una nariz capaz para dos rostros y ¡una boca!».
Henri se prepara. Está totalmente ebrio, pero está acostumbrado a trabajar en ese estado. Siempre se le ha dado muy bien beber. Sus lápices están preparados junto a sus hojas para dibujar todo lo que pueda llamar su atención en el cabaret. Su bebida está en la mesa. Su bastón y su bombín cerca. Se quita las gafas de cristales redondos para limpiarlas. Se