edito
Levantarme sin despertador. El sol de diciembre. Adornar la casa con flores frescas. Viajar ligera de equipaje. Mirar por. Caminar por un paisaje nevado. Los cafés de museos. Curiosear en los mercadillos de antigüedades. Dejarme llevar por la nostalgia. La plata sin limpiar. Leer en la cama. Acompañar el postre con vino tinto. Hacer la compra en el mercado. Releer los cuentos de Salinger. Una escapada fuera de temporada. Conseguir mesa en mi restaurante favorito. Las servilletas de hilo almidonadas. El pan con aceite de la mañana. Tener un cocinero en casa. La naturaleza, el arte, la poesía. Acertar con un regalo. El queso artesano. Descorchar un un martes cualquiera. Una mesa bien puesta. Volar en preferente. Un jardín. Una biblioteca. Tiempo. Contemplar un paisaje volcánico. La improvisación. Rodearme de gente con sentido del humor. Pensar en las musarañas. Encender la radio un domingo y que no retransmitan fútbol. La serenidad. El de Horcher. Practicar el estoicismo. Una Navidad en paz. Estas son algunas de las cosas que considero lujo silencioso. Y que pienso incluir en mi lista de los Reyes Magos.