Yusef, “enjaulados bajo un diluvio de bombas”
París.— Miércoles 11 de octubre. Dos de la tarde. Luego de varios intentos fracasados, la corresponsal alcanza a hablar por teléfono con Yusef S., quien se encuentra en la ciudad de Gaza. Yusef habla muy rápido, con tono de voz grave. Se expresa en un inglés fluido salpicado con exclamaciones árabes. Se oye ansioso por aprovechar cada instante para describir lo que vive Gaza.
“El mundo se olvidó por completo de nosotros. Desde 2007 padecemos un bloqueo de una crueldad absoluta por parte de Israel y a nadie le importó. No puedo ni debo perder esta oportunidad de hacer oír nuestra voz”, confía en forma de preámbulo y enseguida cuenta:
“Los bombardeos empezaron el sábado 7 de octubre a las 11 de la mañana y desde entonces son casi ininterrumpidos. Llevamos cuatro días así. Multiplico esfuerzos para cumplir con mis responsabilidades. No sé si me voy a dar abasto… Debemos organizar ayuda para una multitud de desamparados que se quedaron sin casa, sin comida, sin nada. Me toca ir por todas partes sin descuidar mi seguridad ni por supuesto la de los trabajadores humanitarios de nuestro equipo porque los israelíes lo bombardean todo, absolutamente todo, en forma indiscriminada. Pero al mismo tiempo estoy pendiente de la seguridad de mi esposa, mis hijos, mis padres…
“Aquí en la ciudad de Gaza la destrucción rebasa la imaginación. Están arrasando con todo, aniquilan barrios enteros unos tras otros. Y hacen lo mismo en toda la franja: en Yabalia y Beit Hanoun en el norte, en Khan Younis y Rafah en el sur, en Deir Al-Balah en el centro. Disparan contra edificios, hospitales, centros médicos, escuelas, mezquitas, mercados, compañías de teléfono, todas las infraestructuras…
—Las autoridades israelíes aseguran que avisan a la gente antes de bombardear y que así le dan tiempo de huir.
—En la mayoría de los casos ya ni lo hacen.