PARÍS.-
"Nada puede detenernos. La guerra no parará ni por La Haya ni por las amenazas del Eje del Mal, ni por nadie más”, advirtió Benjamín Netanyahu el 13 de enero último.
Al primer ministro israelí le sobraban razones para endurecer su retórica bélica: la guerra de Gaza estaba a punto de cumplir cien días sin que se hubiera podido derrotar a Hamás ni liberar a los 136 rehenes aún detenidos por la organización islamista.
Por si eso fuera poco, Israel acababa de comparecer ante la Corte Internacional de Justicia acusada por Sudáfrica de violar la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en Gaza.
Las audiencias –públicas y transmitidas en vivo por el canal televisivo de la ONU, asequible en internet– se llevaron a cabo los días 11 y 12 de enero pasados en el solemne Palacio de la Paz de La Haya, sede de la Corte. No llegaron al fondo del caso –ese proceso judicial suele llevar años–, sólo se centraron en la “apremiante necesidad” de medidas cautelares para proteger a los palestinos de Gaza contra daños mayores, graves e irreparables” que Sudáfrica planteó ante la Corte Internacional de Justicia el pasado 29 de diciembre.
El día 11 los seis representantes legales de Pretoria –entre ellos Ronald Lamola, ministro de Justicia de