A finales del siglo xix, en el escenario del Moulin Rouge, el maestro de ceremonias se quita la chistera. Extiende los brazos. Mira al público. Y presenta a la máxima estrella de esta temporada. «Señoras y señores, tengo el honor de presentarles a todo un fenómeno musical único en el mundo, Le Pétomane». Tras bambalinas, Joseph Pujol, más conocido como Le Pétomane, se ajusta la levita roja. Se acopla los guantes blancos. Se acicala el bigote. Se sube las medias hasta las rodillas. Respira profundamente. Y comprueba que su estratégico agujero en sus pantalones quede a la altura del orificio de su trasero.
Sale al escenario. Lleva una buena temporada actuando en el cabaret más famoso de Montmartre. El gran elefante adorna el escenario exterior del Moulin Rouge. No queda un asiento libre. La gente se pone de pie para recibir al artista. La actuación va a comenzar. El público se sienta y mandan guardar silencio unos a otros. Le Pétomane toma la palabra: «Señoras, señoritas, caballeros: Voy a tener el honor de presentar ante ustedes una sesión de Pedomanía. La palabra «Le Pétomane» quiere decir: hombre que pee a voluntad, pero no teman nada por sus olfatos, mis padres se gastaron una fortuna para perfumarme el recto». Palabras escritas por el propio Joseph para la publicidad de su espectáculo.
UN DON ÚNICO
Joseph mira al público. Se siente orgulloso de haber llegado hasta ahí. Tiene un gran don, y ha sabido aprovecharlo. Recuerda cómo descubrió que era diferente al resto. Fue de niño. Se encontraba con sus padres, de procedencia catalana, en la playa de Mataró. Allí, en la playa, con el agua por el pecho, Joseph jugaba con amigos. De pronto sintió