n un artículo de 1846, titulado “¿Por qué la escultura es aburrida?”, Charles Baudelaire, siempre provocador, tildaba este género de “arte inferior, condenado a no poder igualar nunca a la pintura y a quedarse en la categoría de simple arte decorativo, por su impotencia para representar el ambiente atmosférico, el movimiento, la luz y la vida de las figuras”. Por entonces, aún no existía la expresión “sujétame el cubata”, pero, décadas después, en cualquier caso, un escultor italiano recogió el guante, tras leer atentamente estas palabras del de la literatura francesa. Medardo Rosso (Turín, 1858-Milán, 1928) dedicó su carrera a hacer de la escultura un medio para captar la atmósfera, la impresión fugaz, el efecto de la luz, un personaje incomprendido en un París que premiaba a los academicistas e idolatraba a Auguste Rodin. La rivalidad entre ambos, imperceptible para el gran público, pero seguida con gran interés por la crítica, le llevó a exponer sus obras junto a fotografías de esculturas de Rodin, para que los visitantes pudieran comparar sus distintos planteamientos. A la postre, ambos maestros acabarían por intercambiar ideas, a lo largo de una fructífera amistad que concluiría, sin embargo, con una amarga disputa, ya que Rodin nunca reconoció la evidente influencia de Rosso en su escultura .
ESCULPIR EL INSTANTE FUGAZ
Oct 18, 2023
4 minutos
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