dícese en México de ese amigo, ese compinche de aventuras o cómplice. Tras veinte años viviendo en España, Roberto Ruiz ya no tiene que demostrar nada y aún así, lo sigue haciendo. Nos la materia prima, sino en crear una simbiosis dinámica, atrevida y muy resultona, hecha desde la más absoluta libertad. Él mismo lo define como un Mezcal Lab traído a este año. Lo que está claro es que, en su corta vida, ya desata pasiones con platos innovadores. Como lo es su guacamole, donde los tradicionales totopos se han sustituido por tortitillas de camarones. O la empanada, que con todo el sabor a Galicia de la masa que elabora Pablo Pizarro, esconde un relleno de huitlacoche y chopitos. No le quedan a la zaga los tacos, que funcionan con rellenos poco habituales, como los chopitos con pico de gallo negro y salsa macha o de zarajos y navajas con salsa brava de guajillo, inspirado por sus domingos en el Rastro, en lugares como el Bar Cruz. Recuperan su carro de tequilas y mezcal, con los que David Guerrero elabora tragos frescos como la Mezcalita, el Bloody María o una versión de la Paloma, bebidas que funcionan a la perfección con esta cocina unión de dos culturas.
