A pesar de contar con paisajes extraordinarios, coquetos pueblecitos marineros y una interesante oferta gastronómica y de esconder innumerables sorpresas, el poniente asturiano continúa siendo un gran desconocido. Para descubrirlo, nada mejor que empezar por Luarca, salpicada de elegantes casas de indianos y con tres barrios de origen medieval –Cambaral, Pescadería y Carril–, con su dédalo de callejuelas estrechas y casitas blancas que, encaramadas al monte, envuelven el puerto pesquero junto a la desembocadura del río Negro. Antigua villa ballenera, a Luarca la rodea la naturaleza salvaje del concejo de Valdés: abruptos acantilados, calas secretas, playas), un exuberante vergel creado en los años noventa del pasado siglo por José Rivera, marqués de San Nicolás de Noras, como acto de amor hacia su esposa, Rosa María Pardo. Con especies botánicas traídas de cinco continentes, el aristócrata transformó varios prados en un asombroso edén repleto de especies vegetales tan diversas como secuoyas americanas, cedros del Líbano, dragos canarios o arces japoneses. Una gran colección de camelias y serpenteantes caminos bordeados de hortensias de colores inimaginables, magnolios y rododendros pueblan las 15 hectáreas de este romántico bosque, cuajado de miradores, fuentes italianas y ruinas antiguas. Al frente de este pequeño paraíso se encuentra la pareja de artistas formada por Beltrán y Elena, dos enamorados de esta tierra que, además de visitas guiadas –incluida la parte privada de la propiedad–, organizan diversas experiencias culturales, gastronómicas y de bienestardesde retiros, cursos de yoga o talleres de pintura a conciertos y degustaciones de los platos de la tierra. En su coqueto colmado hay tesoros de pequeños productores y artesanos asturianos, seleccionados con mucho mimo.
AL oeste DEL EDÉN
Sep 29, 2023
3 minutos
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