“NO QUIERO morir aquí”. Eso es lo que pienso cuando estoy al borde de la piscina del gimnasio. A mi alrededor hay un profesor de natación, un socorrista y algunas personas nadando como si realmente lo disfrutaran. Pero yo sigo pensando en ahogarme. Tengo un temor paralizante al agua y, a consecuencia de ello, no tengo ni idea de nadar. Sí, tengo 31 años y no, no sé nadar ni flotar.
Y eso es justamente lo que me preocupa. Mi falta de habilidad es lo que me paraliza y me frena para vivir mi vida al máximo. Si me veo en la obligación de ir a la playa (lo suelo evitar), ni siquiera me meto más allá de las rodillas. Si estoy en un barco, aunque sea el yate más grande, me verás