El deseo de venganza es un fenómeno que siempre ha formado parte del comportamiento humano. Personas de todas las sociedades entienden la idea de enfadarse y tener el deseo de querer herir a alguien que nos ha hecho daño, según sostiene Michael McCullough, psicólogo evolutivo de la Universidad de Miami que estudia la venganza desde hace más de quince años. Estamos preparados biológicamente para la venganza porque ha sido un modo de mantener la cohesión social desde nuestros orígenes. Por no hablar de la penetración cultural. Del Corán a la Biblia, todas las religiones utilizan historias de venganza para ejemplificar castigos por acciones negativas. Está el famoso «ojo por ojo, diente por diente» del Código de Hammurabi, la Ley del Talión, donde se establece que «si algún hombre independiente daña o vacía el ojo de otro hombre libre este hará lo mismo». Y en su Suma Teológica, Tomás de Aquino considera que la venganza es una virtud que está a medio camino de dos vicios: la crueldad, por exceso, y el ser demasiado reacio para castigar, por defecto. Culturalmente, por tanto, se ha aceptado que el ser humano quiera actuar cuando ha habido un ataque, y lo razonable socialmente es saber que habrá consecuencias para quien se porta mal, porque eso ayuda a desarrollar comportamientos bondadosos.
A tenor de esto, ¿podemos concluir, por tanto, que la venganza es un comportamiento racional y lógico? Ni lo uno ni lo otro, según subrayan los expertos en psicología. «Puede parecer racional porque es elaborada por el pensamiento, pero son pensamientos dirigidos por el temor a quedar en situación