El famoso puente de San Pablo lleva con nosotros, en la ciudad de Cuenca, la friolera de más de 400 años, aunque el puente que podemos contemplar hoy no es el original. En 1902 se decidió reconstruirlo, en esta ocasión empleando hierro y madera. También esta vez hubo contratiempos, pues a mediados de ese año, un huracán voló parte de los hierros de la obra. En 1903 se inauguró finalmente y, desde entonces, se ha mantenido en pie hasta nuestros días.
Hoy podemos recorrer sus 60 metros de largo y disfrutar desde sus 40 metros de altura de una de las vistas más famosas de Cuenca: la de sus casas colgadas. En algunos sitios se ha dicho que el mismísimo Eiffel diseñó el puente de San Pablo. Nada más lejos de la realidad, pues aunque su diseño está inspirado en el estilo de la torre parisina, el proyecto fue realizado por el ingeniero José María Fuster y Tomás.
LAS ANDANZAS DE SATÁN
En las inmediaciones de este puente están ambientadas algunas leyendas de la ciudad: la de la sirena (más relacionada con las casas colgadas y la hoz del Huécar que con el puente) y otras en las que interviene el Diablo. Una de ellas, sin embargo, más que una leyenda es un suceso real. Pero vayamos primero con el relato ficticio… Si una noche de luna llena, alrededor de la medianoche (o a las tres de la madrugada, según otra versión), nos desplazamos desde el extremo más cercano al casco antiguo de Cuenca en dirección al Parador y cruzamos el puente contando el número de tablones y acto seguido lo atravesamos en sentido inverso, el número de tablones no será el mismo en una dirección que en otra. Ese el momento de realizar una invocación al Maligno, que según la leyenda nos concederá cualquier petición que le hagamos; eso sí, no hay que olvidar que el Diablo siempre gana.
Hace unos años, en una de las reuniones del PSI-CAR, una asociación cultural relacionada con temas ufológicos, parapsicológicos y heterodoxos, varias personas que se encontraban en una cena decidieron realizar una sesión de ouija. Algunos de los miembros participaron activamente, mientras que otros observaban curiosos los movimientos de la sobre el tablero. Durante la sesión, lograron –o eso parece–contactar con una entidad que afirmaba ser nada menos que el mismísimo Diablo. Algunos de los presentes, lógicamente escépticos, le pidieron una prueba. Como respuesta, el supuesto Diablo les cito en un punto en concreto, muy cerca del puente de San Pablo.
