En febrero de este año astrónomos norteamericanos descubrían que Quaoar, un pequeño mundo helado situado mucho más allá de la órbita de Neptuno, posee un anillo como los que rodean a Saturno. Pero lo sorprendente no es eso, pues ya se han descubierto otros en objetos similares de nuestro sistema solar: Chariklo, un cuerpo que orbita alrededor del Sol entre Saturno y Urano, posee dos (y es el objeto celeste más pequeño que los tiene), y hay otro alrededor de Haumea, un objeto del cinturón de Kuiper, una región situada detrás de la órbita de Neptuno y poblada de planetas enanos (como Plutón), asteroides y otros cuerpos rocosos. Lo que resulta sorprendente es que ese anillo alrededor de Quaoar se encuentra donde los cálculos teóricos predicen que no debería estar. Tal ha sido la sorpresa que el autor principal del artículo que anunciaba su descubrimiento, Bruno Morgado, de la Universidad Federal de Río de Janeiro en Brasil, ha dicho: «Eso es muy extraño». Quaoar tiene unos 1100 kilómetros de diámetro (más o menos la distancia de Gerona a Cádiz) y todavía no sabemos si lo podemos catalogar de planeta enano —como Plutón— pues dudamos de si tiene forma esférica (requisito indispensable para serlo). Lo que sí sabemos es que posee una luna llamada Weywot. Estos dos nombres vienen de la mitología Tongva, un conjunto de tres tribus que vivían en el sur de California: Quaoar es la fuerza creadora del universo y Weywot, su hijo.
de unos pocos kilómetros de ancho, mientras que en otras partes se piensa que puede alcanzar los 200 kilómetros. Hasta aquí todo parece normal —por supuesto dentro de lo normal que puede ser que un cuerpo tan pequeño tenga un sistema de anillos—; lo peculiar es que su existencia va en contra