En la Biblia aparece Sefarad como el nombre con el que se conocía a la península ibérica entre los judíos. Y aun en la actualidad se utiliza para referirse a la cultura y el idioma de los judíos que vivieron en España desde el siglo IX hasta su expulsión en los siglos XV y XVI.
El actual centro histórico de Lucena y la plaza de San Agustín era el final de una muralla, con 4 puertas de entrada y salida de la ciudad judía.
Los primeros hebreos se establecieron en el siglo VIII, cuando la península ibérica estaba bajo el dominio musulmán. Llegaron desde Oriente Medio, el Magreb o la propia, Al-Ándalus, y encontraron un lugar donde practicar su religión y su cultura con libertad y seguridad. Llamándole Eli Ossana (“Dios me ha salvado”) o “Dios me ha ayudado”. Era el nombre con el que el pueblo Israelí expresaba su gratitud al encontrar un sitio donde vivir en libertad y a la que consideraban la Perla de Sefarad.
En los siglos IX y XI, alcanzó gran esplendor y fama, ocupada solo por judíos, con una escuela talmúdica de máximo prestigio, por la que pasaron filósofos como Maimónide.
Los judíos de Eli Ossana se dedicaban al comercio, la poesía, la medicina, la religión, la filosofía, la alquimia y las lenguas. Cuando morían, eran enterrados en la necrópolis siguiendo el ritual judío, con el rostro orientado hacia Jerusalén.
Una necrópolis que fue descubierta en 2006, cuando se efectuaban unas obras de circunvalación de la ciudad, y gracias a un ciudadano que pasaba con su perro, vio cómo este traía un fémur humano en la boca.
El descubrimiento de la necrópolis judía Se trata de la mayor necrópolis judía excavada en Europa y la mejor conservada, con más de 300 tumbas datadas entre los siglos VIII y XII. Su reconocimiento permitió que Lucena accediera a la Red de Juderías de España y despertó el interés de instituciones internacionales como el Museo Judío de Nueva York.