En el año 98 Marco Cocceio Nerva rompió la tradición de sus antecesores al frente del Imperio al nombrar a Marco Ulpio Trajano su sucesor en atención a sus méritos personales, a su prestigio como general y a su tono conciliador en la política. Al legitimarle haciéndole su hijo adoptivo estableció un criterio de acceso al poder que, aplicado durante el siglo ii, condujo al Imperio romano a uno de sus momentos culminantes desde un punto de vista político, económico, militar, cultural y artístico. Los dominios de Roma alcanzaron entonces su máxima extensión territorial y una paz relativa, condicionada por las brillantes decisiones de la dinastía de los Antoninos: Trajano, Adriano, Antonino y Marco Aurelio, el emperador filósofo. Todos ellos han pasado a la historia como grandes estrategas, magníficos hombres de Estado y mecenas de las artes. Dos de ellos, Trajano y Adriano fueron de origen hispano, naturales de Itálica. Trajano recibió del senado el título de Optimus Princeps, reconociéndole como el mejor de los príncipes, y es que, en verdad, muchos historiadores consideran su reinado el más esplendente del Imperio. Este clímax político se tradujo en una arquitectura basada en tres paradigmas: la arquitectura de ostentación de Alejandro Magno (336-323 a. C.) y Octavio Augusto (63 a. C.-14 d. C.) y la admiración por la serenidad y el equilibrio formal del arte ateniense del siglo v a. C. Es por eso que algunos hablan de neoaticismo, acaso más evidente en escultura y pintura que en arquitectura, donde la practicidad imprimió unas notas genuinamente romanas a las producciones artísticas.
APOLODORO DE DAMASCO: UN ARQUITECTO AL SERVICIO DE UN EMPERADOR
Trajano gobernó el imperio durante 19 años, entre el 98 y el 117, un periodo de intensa actividad arquitectónica en el que podemos hablar de una arquitectura áulica al frente de la cual estuvo un gran arquitecto consagrado casi en exclusiva al servicio de los proyectos impulsados por el emperador: Apolodoro de Damasco. Su nacimiento se sitúa entre el 55 y el 60 en Damasco, donde hubo de formarse en la tradición del helenismo tardío. Hay dos teorías sobre su primer contacto con Trajano: puede que ambos se conocieran en Siria, cuando el general Marco Ulpio Trajano padre, llamado el Mayor para distinguirle de su hijo, estuvo destinado en esa provincia, a cuyas órdenes habría trabajado como ingeniero. La segunda teoría propone que se conocieron en las campañas de Dacia (101-2 y 105-6) en las que Apolodoro prestó sus servicios profesionales tal y como recoge Dion Casio (69,4). Además de arquitecto de cámara, Apolodoro fue teórico. Escribió en griego un libro titulado dedicado a lo que hoy llamamos ingeniería militar, es decir, al análisis de una arquitectura práctica y funcional, subordinada al doble objetivo de defender y atacar plazas fuertes. Por encima de los pasajes que de este texto se conocen, se ha conservado el testimonio impresionante de la representación de tales obras de ingeniería en el relieve crónica de la columna de Trajano, siendo muy renombrado un puente sobre el Danubio, del que se conservan restos materiales en Turnu Severin (frontera Serbio-Rumana), hecho con pilares de hormigón y arcos de medio punto de madera, de 1135 metros de longitud y 19 metros de alto sobre el nivel del agua, destruido, según Procopio de Cesarea (IV, 6.13), por las crecidas.
