Como acostumbraba cada fin de semana, Antonio, Toño, Monroy acudió el domingo 8 a su restaurante favorito, la birriería La Polar, a tomar una cerveza cubana y un tequila mientras escuchaba el mariachi y el trío. Lo que sería una salida ocasional, casi rutinaria, se convirtió en una tragedia. Ese día la última canción que pudo entonar fue la que, según sus amigos, consideraba su himno personal: “El Rey” de José Alfredo Jiménez.
En la madrugada del lunes Toño fue atacado a golpes por al menos cuatro meseros y dos personas más: el jefe de seguridad del lugar y un empleado administrativo. Toño, de acuerdo con la necropsia oficial, fue asfixiado hasta morir.
La tragedia de Toño Monroy detonó un escándalo inmediato. En la misma mesa departían con él cuatro de sus amigos que testificaron y presenciaron todo: “Lo mataron porque le inflaron la cuenta y querían que pagara propina a huevo; fue una pendejada lo que hicieron”, dijo Raúl, uno de los amigos de Toño, en su velorio.
Precisamente, la canción “El Rey” fue