ROMA.- El reloj marca las 10:32 del sábado 31 de diciembre y la mañana empieza rutinaria. Es el último día del año y pese a que el papa emérito Benedicto XVI está enfermo, el clima es festivo en Roma. Las televisiones callan y las radios también. Los boletines de los últimos días indican que el pontífice está grave pero estable, que incluso descansa bien y está lúcido. Algunos cronistas extranjeros, sobre todo los europeos, han decidido así regresar a sus países para sus vacaciones de invierno, tomarse unos días libres antes de lo que se cree puede ser una agonía larga. Pocos esperan a esa hora el anuncio. Pero éste finalmente llega, en forma de un comunicado de dos líneas. “Declaración del portavoz Matteo Bruni: Con pesar doy a conocer que el papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas, en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano”, se lee. La tormenta está servida. La época de los dos papas ha llegado a su fin.
El 11 de febrero de 2013, cercano a cumplir los 86 años, el papa alemán anunció su dimisión en una misa