El cine celebra el reencuentro con uno de los productores y directores que ha dejado una huella más profunda en el ocio audiovisual tal y como lo conocemos, y cuyos comienzos, ciertamente modestos en el campo de los efectos visuales –ver artículo sobre sus claves en el número anterior–, le han llevado a ser uno de los principales pioneros en ese campo por un camino que culmina ahora con el estreno de la primera de sus múltiples secuelas de su éxito más arrollador en la taquilla, Avatar.
Mientras Avatar: el sentido del agua nos lleva a sumergirnos en las aguas más profundas del planeta Pandora, recordemos que la carrera de Cameron empezó también, como la propia historia de la humanidad, con unos hambrientos pececillos que salían precisamente del mar… volando. Piraña 2: los vampiros del mar es la peor película de Cameron, aunque ciertamente no es precisamente solo suya, sino un rompecabezas que a modo de monstruo de Frankenstein le tocó recuperar por las malas –pillando con nocturnidad el material para poder montarla– de las manos del productor italiano que metió mano en el guion y la dirección dejándola echa unos zorros. Hay un actor clave en la etapa de los dos primeros grandes títulos de Cameron, Lance Henriksen, algo de protagonismo femenino en su línea, y poco más… Bueno, sí, las broncas con sus productores.
Desde el Caribe, Cameron saltó a una pesadilla de ciencia ficción con desplazamientos espaciotemporales incluidos, ambientada en la ciudad de Los Ángeles en 1984… y en un distópico mundo destruido por las máquinas en el año 2029. sí era una película suya, al cien por cien, y para quien esto escribe la mejor de toda la franquicia que se construyó a partir de ella. Constituye, junto con , la etapa de despegue del James Cameron más puro, todavía entregado plenamente al entretenimiento en plenitud, cocinado con sabiduría de director artesanal de encargo que está buscando al mismo tiempo sus claves como autor, pero que no tiene complejos en mostrarse como uno de