Ante los afanes del presidente Andrés Manuel López Obrador de ignorar los llamados del gobierno de Perú para que cese su “injerencia” en la crisis política de ese país, la presidenta Dina Boluarte decidió ordenar la expulsión del embajador Pablo Monroy Conesa, marcando un tropiezo en el andar tradicionalmente cauteloso de la diplomacia mexicana.
En el caso de la destitución de Pedro Castillo, producto de un intento fallido de disolver el Congreso e imponer un gobierno de excepción, López Obrador ha relegado a la Cancillería y al servicio exterior mexicano a un segundo nivel y ha ejercido una “diplomacia presidencial”, caracterizada por su “alto grado de politización” y por su “inconsistencia”, según la intemacionalista Guadalupe González González.
La investigadora del Colegio de México observa, en entrevista con , que López Obrador ha adoptado posturas distintas en política exterior según la afinidad del gobierno –denunció las violaciones de derechos humanos en Perú pero guardó silencio ante los abusos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua– y