no es solo una gran película perteneciente al género bélico como (1978), (1986) o (1987), sino una de las más destacadas obras cinematográficas de la Historia del cine. Este trabajo, con el paso de los años, ha logrado trascender las dudas iniciales que despertó en la crítica de la época y también la percepción de su autor, quien llegó a señalar que era la propia Guerra de Vietnam, y no una película sobre la Guerra de Vietnam. Para mí este trabajo constituye un referente inevitable del arte cinematográfico del siglo xx, porque ahonda y describe a la perfección la psicología de los seres humanos al encontrarse inmersos en contextos donde predomina la violencia y la muerte. La película fue rodada en Filipinas—país que se encontraba en un sangriento conflicto armado, cercano a una guerra civil—y no en Vietnam porque Coppola pensó que eso allanaría las dificultades de producción y rodaje: Estados Unidos no intervenía directamente en ese enfrentamiento. Sin embargo, al autor de la trilogía de le falló la intuición y el rodaje se extendió muchísimo más de lo que pensaba: las seis semanas iniciales previstas terminaron convirtiéndose en doce meses en los que el equipo y su director lucharon con todo tipo de dificultades antes de concluir la filmación. Uno de los obstáculos más destacados fue el continuo baile de actores que se produjo durante la película. LabajadeHarveyKeitelparaelpapelprotagonista (el soldado de operaciones Benjamin L. Willard) tras las primeras semanas de rodaje y los continuos desaires de Marlon Brando (el coronel rebelde de los Boinas Verdes Walter E. Kurtz) hacia la producción de Coppola, coparon de incertidumbre el proyecto. Martin Sheen, que padecía una severa depresión en ese momento, aceptó interpretar a Willard, sustituyendo a Harvey Keitel, pero la lista de posibles candidatos para sustituir a Brando fue interminable y se barajaron, entre muchos otros, a actores como Jack Nicholson, Al Pacino o Clint Eastwood, aunque ninguno de ellos quiso interpretarlo finalmente. Marlon Brando aceptó trasladarse en última instancia a Filipinas, dado que había cobrado un adelanto de un millón de dólares, pero llegó sin haberse estudiado el guion, sin haber leído ni un solo párrafo de de Joseph Conrad (la traducción sería «oscuridad» y no «tinieblas», como se conoce popularmente), que era la fuente que inspiraba la película, y con cerca de cuarenta kilos de sobrepeso para el papel asignado. La penumbra de muchas escenas en las que aparece Marlon Brando se relaciona con ese último hecho. A los inconvenientes anteriores se unieron las inclemencias del clima, las dificultades para mantener en el set los helicópteros del Ejército filipino, los problemas de financiación derivados de los continuos retrasos, y las recurrentes reescrituras que Coppola efectuaba, sobre la marcha, del guion de John Millius. Al terminar de rodar el director se encontró con un nuevo problema: tenía 230 horas de material rodado. No extraña, por tanto, que el montaje se convirtiese en otro escollo añadido y que se extendiese durante tres años. Coppola con ese metraje ha montado tres versiones distintas de la película: la estrenada en 1979 de 153 minutos, (2001) de 193 minutos, y (2020) de 182 minutos. De todo ese conjunto de avatares al que me he referido anteriormente da buena cuenta el documental de Eleonor Coppola (1991), que parte del diario de rodaje titulado (1979) y de las grabaciones que ella misma llevó a cabo mientras lo documentaba.
Apocalipsis Now o en el corazón de la oscuridad
Nov 21, 2022
2 minutos
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