n 1336, una multitud se agolpó en la antigua ciudad normanda de Falaise (Francia) para contemplar la ejecución de un criminal condenado por asesinato. Nobles con armadura, orgullosas damas tocadas con sombreros de plumas, sacerdotes con sotana, cetreros con halcones en las muñecas e incluso bebés en brazos estaban entre el público. El prisionero iba vestido con ropa masculina y caminaba custodiado por hombres a caballo bien armados. Pero el criminal no era un ser humano, sino un cerdo que se había entregado a la malvada propensión de comer niños en la calle. Días atrás, el prisionero había generado un gran revuelo al causar la muerte de un niño de pecho, al que devoró un brazo y parte del rostro. Considerado responsable de sus actos, el cerdo fue enviado a juicio, donde fue asistido por un abogado defensor. Pero sus gruñidos fueron en vano: tras deliberar nueve días, el tribunal resolvió condenarlo a muerte. “La cerda fue arrastrada por una yegua desde la Place du Château hasta el Faubourg de Guibray, donde se instaló el cadalso”, cuenta. El animal acudió al degolladero ataviado con “una chaqueta, calzones, calzas en las patas tra-seras y guantes blancos en las patas delanteras”. El juicio de Falaise es el más documentado de los alrededor de doscientos casos en los que una gran variedad de animales acabaron en el banquillo de los acusados entre los siglos ix y xviii y, muy particularmente, a partir del xiii.
¡AHORCAD AL CERDO!
Nov 16, 2022
6 minutos
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