La medicina natural enunciada por Manuel Lezaeta Acharán (1881-1959) y continuada por su hijo, Rafael Lezaeta Pérez Cotapos está influida por las enseñanzas del padre Tadeo de Wiesent, que había tenido contacto con fuentes de la medicina tradicional mapuche, en Chile.
Su «doctrina térmica de la salud» sostiene que la naturaleza es el mejor médico de los seres humanos. De acuerdo a esta idea, la clave está en potenciar la salud de las personas y no en combatir las enfermedades. Para ello considera fundamental preservar la armonía de los seres humanos del organismo (37 ºC) tanto en la superficie del cuerpo como en las entrañas (demasiado a menudo, el sistema digestivo y otros órganos funcionan a temperaturas más elevadas).