En 1961, M. Sherif, psicólogo social, junto a sus colaboradores, hicieron un ingenioso estudio de campo que demostró la importancia de los grupos en los orígenes de los conflictos y su resolución. Los investigadores se llevaron a un grupo de jóvenes a un campamento de verano y los separaron en dos barracones diferentes. Durante la primera semana convivieron solo con su grupo de referencia, acamparon, comieron y jugaron juntos. Muy pronto cada grupo originó una cultura propia, una forma de relacionarse, de comunicarse y de establecer sus propias normas. Unos se autodenominaron «Las Águilas». Los otros eran «Las Víboras». Cuando al cabo de una semana los investigadores unieron los dos grupos en un campeonato de juegos, el conflicto entre ellos tardó muy poco tiempo en presentarse. Fricciones, insultos e incluso peleas se produjeron con enorme facilidad. Ni siquiera encontraron la paz cuando hicieron actividades más pacíficas como comer juntos o ver una película en el mismo cine. Finalmente encontraron la forma de volver a unirlos creando objetivos comunes como empujar el autocar que se había quedado parado o cuando entre ellos tuvieron que competir contra otros chicos de un campamento cercano.
como el entorno en el que el ser humano se gesta socialmente. Desde que nacemos formamos parte de grupos, ya sean primarios (con personas con quienes nos relacionamos de forma directa, íntima y personal: la familia, los compañeros del colegio o trabajo,