Tras el fallecimiento de Lorenzo de Médici, el Magnífico, en 1492, el delicado equilibrio territorial italiano, mantenido gracias a su autoridad, se viene abajo. Piero, hijo de Lorenzo, se enfrenta a Ludovico Sforza, duque de Milán, quien solicita ayuda a Francia. Tropas francesas, con Carlos VIII al frente, invaden Italia en agosto de 1494, lo que da lugar a las denominadas guerras italianas. Florencia se ve sacudida por un levantamiento entre las diferentes facciones enfrentadas por el poder. La familia Médici es expulsada, y se inicia un proceso en el que se restablece la antigua Constitución republicana.
Surge entonces la figura de Girolamo Savonarola, dominico partidario de una moral estricta, que consigue una gran influencia en Florencia. Contaba con el apoyo de Francia, y aunque no ocupó cargos gubernamentales, llegó a controlar, en virtud de su influencia, el sistema político de esa ciudad-Estado. En su búsqueda de la ejemplaridad cristiana, expulsó a los prestamistas, mandó quemar pinturas y libros inmorales y prohibió espectáculos y festivales.
Tras la momentánea retirada francesa a fines de 1494, Florencia se enfrenta a una situación de inestabilidad. La ciudad de Pisa se separa de la República, Sarzana es capturada por Génova y Pietrasanta, por la República de Lucca. La presión sobre Savonarola por parte del papa Alejandro VI, descontento con su comportamiento, desemboca en su excomunión. Sin apoyos en el gobierno, el fraile es arrestado por orden del pontífice y muere en la hoguera el 23 de mayo de 1498. A lo largo de esos años tan convulsos, Carlos VIII llegó a