En 2016, alrededor de sesenta físicos, junto con un buen puñado de filósofos e investigadores de otras ramas de la ciencia, se reunieron en el Perimeter Institute for Theoretical Physics en Waterloo (Canadá), para debatir la naturaleza del tiempo en la conferencia Time in Cosmology. Los asistentes abordaron diversas cuestiones: la distinción entre pasado, presente y futuro; por qué el tiempo parece moverse en una sola dirección; si el tiempo es fundamental o emergente; incluso si es una ilusión derivada de los límites de nuestra percepción, al igual que la Tierra parece plana cuando la miramos.
Todas estas cuestiones quedaron sin resolver, y siguen abiertas a debate. Y es que, a pesar de que experimentamos el tiempo como algo universal y de que parece que somos capaces de medirlo con un reloj, su naturaleza nos resulta profundamente misteriosa.
LA ESENCIA DE LA CUARTA DIMENSIÓN. En 1905, con tan solo veintiséis años de edad, un funcionario de patentes que residía en Berna (Suiza), formuló una de las ideas más revolucionarias del siglo xx: que el tiempo no siempre avanza al mismo ritmo, que no existe una suerte de reloj universal, sino que cada uno de nosotros dispone de su propio reloj personalizado.
El primer principio establece que los