Los principales medios de comunicación del mundo, en octubre de 2019, traían discretamente la noticia de que una nueva enfermedad habría surgido en China. En medio de mucha especulación, habría algunos casos reportados, además de las denuncias de un supuesto oftalmólogo alertando de la gravedad de la situación. En Las Vegas, se celebraba la NBAA-BACE, la mayor reunión de la aviación de negocios del mundo. Fabricantes como la estadounidense Gulfstream anunciaban novedades, como el lanzamiento del G700, el avión más grande de su portafolio, mientras que las marcas como Pilatus presentaba mejoras en proyectos consagrados, destacando su PC-12 NGX.
Lo que pocos imaginaban es que aquella crisis puntual en el interior de China pasaría por una escalada sin precedentes, mucho más rápido de lo que cualquier especialista sanitario podría prever – precisamente por la dimensión de la red del transporte aéreo mundial. Ni siquiera la Organización Mundial de la Salud pudo evaluar y predecir lo que estaba por venir. En marzo de 2020, un nuevo coronavirus causante de un síndrome respiratorio agudo grave, el temido SARS-CoV-2, ya era globalmente conocido. Bautizado coronavirus disease 19, o solo covid-19, la enfermedad dejó al mundo en pánico y, en pocas semanas, lo que era una situación restringida a China y algunos países de Asia se convirtió en un problema internacional a gran escala.
Con el caos global, una de las primeras medidas adoptadas por los gobiernos nacionales fue cerrar sus fronteras a los aviones comerciales y buques mercantes, así como los viajes de crucero. El mundo, por primera vez en siglos, estaba aislado, con cada país buscando, a su manera, una solución a un problema sobre el cual poco se sabía. Sin embargo, sin vuelos comerciales, el planeta seguía necesitando una mínima conectividad. Si el aislamiento fue relativamente bien aceptado en las primeras semanas, pronto se hizo evidente que algunos segmentos no podían parar, y que los viajes eran todavía necesarios, incluso para garantizar una solución a la pandemia. Mientras la aviación comercial regular vivía su peor momento, con la casi totalidad de aviones detenidos en cientos de aeropuertos, los jets de negocios se destacaban. Primero por ser la única forma de garantizar que las personas siguieran moviéndose de forma rápida y, segundo, porque muchos consideran los aviones y helicópteros privativos una forma más