“Convertirse en pez”
ILUMINAMOS LOS MISTERIOS Y LAS MARAVILLAS QUE NOS RODEAN
“MIRA”, SEÑALÓ MI HIJO. Chapoteábamos a la sombra de un muelle en la isla de Vieques, Puerto Rico. Las tarimas a un metro de altura nos protegían del sol tropical. Pilotes maltratados por el clima desaparecían bajo la superficie. Era una zona tranquila pero anodina; una estructura adecuada para descansar durante nuestra primera incursión en el esnórquel.
Will señaló el piso. Tenía los ojos bien abiertos detrás de su visor. Metió la cabeza en el agua y lo seguí.
Entramos a otro mundo. En la superficie, el muelle era una estructura deforme y descarapelada. Debajo, estaba repleto de vida: corales naranjas y amarillos que envolvían los pilotes, exuberantes plantas marinas que se movían con el vaivén del agua, veloces bancos de peces plateados. Ese estrecho reducto bajo el muelle se construyó para los buques de guerra estadounidenses hace décadas. Era fecundo como una selva, pero a diferencia de esta podíamos flotar en
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