La guerra por la supremacía era una costumbre en el Japón Sengoku (“clanes en guerra”). Desde finales del siglo XV, los más importantes señores feudales o daimios habían intentado imponer su voluntad al resto de sus compañeros de casta samurái. Tras innumerables campañas, asedios y combates, solo los unificadores Oda Nobunaga y, en mayor medida, Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) habían conseguido la estabilidad política en su persona. A la muerte de este último, la situación amenazaba con volverse otra vez peligrosa: su hijo Hideyori no podía gobernar por sí solo al tener cinco años de edad. Para ayudarlo, se designó a cinco regentes en el llamado Consejo de los Cinco Ancianos, entre los que se encontraba el prestigioso Tokugawa Ieyasu (1543-1616), el más poderoso de los samuráis y antiguo rival de Toyotomi.
DOS BANDOS
Fue en este tiempo cuando se perfilaron los dos bandos enfrentados entre los partidarios del joven heredero Hideyori y los de Tokugawa. Los clanes más importantes que apoyaban al primero estaban concentrados en la parte oeste u occidental del archipiélago japonés, mientras que los segundos estaban, la mayoría, situados en el este. Reuniones, cartas, sobornos y secretos se sucedían entre unos y otros, en un clima de inestabilidad general. En 1599 hubo varios complots para matar a Tokugawa, pero fueron descubiertos a tiempo. El instigador de los mismos, Ishida Mitsunari (1560-1600), era un o comisionado administrativo que había destacado como subordinado de Toyotomi y que ahora profesaba una lealtad