Con un tono de moderado optimismo, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán anunciaron a fines de enero un principio de entendimiento con el FMI por la deuda que la Argentina tiene con el organismo de crédito. Lo hicieron con tono de resignación: es que no se puede estar alegre de sellar un pacto con el enemigo N°1 de la Argentina.
Es una relación forzada por la herencia del gobierno de Mauricio Macri que dejó una deuda de un acuerdo Stand By por US$ 44.000 millones, que también es vox populi que iba derecho a una renegociación. La cercanía en los plazos de los vencimientos lo hacían inevitable fuera quien fuera el que estuviera en el poder.
Los Fernández y equipo preferirían tener bien lejos al Fondo con la excepción de cuando recibe los Derechos Especiales de Giro (DEG) que