LA REINA DE LOS ESPÍRITUS
uentan las crónicas de otros tiempos que Enrique I, rey de Alemania, recibió su corona mientras se dedicaba a tender redes en el campo para atrapar a unas aves que por allí cerca se encontraban, se traduce en castellano por «pájaro», de manera que así cabe explicar bien el apelativo recibido por el rey Enrique I de Alemania. Pero la imagen de los pájaros y de las aves en general fue utilizada desde los primeros tiempos por el cristianismo y también por otras religiones, como signo del alma, del espíritu, del soplo vital que distingue a los vivos de los muertos. «Pájaro», entonces, también podía tomarse como «alma». Así se refleja en algunos de los capiteles románicos de la cripta de Quedlinburg. Las aves frente a la puerta del ultramundo. Las aves atravesando el umbral. También representando a seres sobrenaturales y extraordinarios que se aparecen a ciertos personajes, en ocasiones llevando en su pico un libro o un pergamino, entre cuyas líneas, tal vez, se guarden secretos y misterios que únicamente conocerán en su integridad ciertos privilegiados, en este mundo o en el otro. Pero, sin duda, el caso de el Pajarero revistió circunstancias especiales, pues compartió su vida con una mujer que se distinguía, entre otras muchas cosas, por sus habilidades para tratar con los espíritus benignos y malignos que campaban por sus respetos entre los habitantes de aquellos lugares. Esta facultad se le reconoció más tarde a la reina, con su admisión entre los bienaventurados y santos de la Iglesia católica, lo que no solía hacerse con cualquiera y sin motivos fundados.
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