ÓSCAR DE LA RENTA
ra un estudiante en apuros. Pero su padre ya se lo había advertido: si no entraba a trabajar a la empresa familiar, no iba a recibir más dinero. Óscar no cedió. De algún lado sacaría el dinero, pero no iba a renunciar al arte para dedicarse a vender seguros. Y no es que ese fuera un mal negocio. Fue gracias a eso que su padre, Óscar Avelino de la Renta, logró hacer una fortuna en Puerto Rico para luego establecerse en la capital de República Dominicana, donde nació su hijo homónimo. Para desgracia del padre, lo único que le interesaba a Óscar eran las artes. Su madre, la dominicana Carmen María Antonia y Fiallo, quien provenía de una familia de abolengo, apoyaba la sensibilidad de su hijo. Y él, para ganar credibilidad y asegurarle a su padre que no se trataba de un capricho pasajero, empezó a estudiar arte de manera formal desde los 15 años. Primero en una academia de Santo Domingo y pocos años después en Madrid, donde ingresó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue por entonces que su padre vio que todo iba en serio y amenazó con cortar el suministro económico. Empeñado (la esposa de John Davis Lodge, embajador de Estados Unidos en España, le pidió crear el vestido de debutante de su hija Beatrice, quien protagonizó la portada de la famosa publicación), lo que llamó la atención de algunos modistos. Entre ellos un nombre clave de la historia de la moda: Cristóbal Balenciaga.
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