No se venden relojes
Si un lector se encontrara con esta portada en el kiosco hoy, en 2021, ¿qué pensaría? “Hombre, este mes en llevan un especial sobre relojes”. Más evidente aún, el anuario sobre las mejores novedades relojeras que cada año te ofrecemos con la revista y que tienes en tus manos si estás leyendo estas líneas. Pero volvamos a 1956, fecha de esta portada de USA. ¿Relojes? No. Tiempo. Eso es lo que vendían: un especial de lecturas para las vacaciones de Navidad. Solo un pequeño anuncio (muy pequeño, como los del ) de una marca, Movado, nacida en 1881 en Suiza pero actualmente de propiedad estadounidense. Anunciaban su modelo Automatic 331 definiéndolo como “el reloj resistente al agua más delgado y mejor protegido frente a los golpes”. Eso es todo. Ni un solo contenido añadido sobre la industria relojera, ni una sola recomendación, nada. Las páginas de publicidad estaban copadas al 90% por marcas de bebidas alcohólicas, algo comprensible si recordamos cómo le dan al alpiste en . Lo cierto es que la relojería en aquella época era un sector mucho más elitista que ahora. Los buenos relojes suizos tenían como clientes a la realeza, los actores de cine y los deportistas que podían permitirse pagarse unas sumas de dinero realmente altas. Todo cambió cuando apareció en escena el cuarzo en los 60, con el que las marcas japonesas iniciaron una revolución que a punto estuvo de destruir la industria suiza: ofrecían relojes muy precisos a unos precios muy competitivos. De esta forma, las firmas más prominentes tuvieron que ponerse las pilas (jeje) y democratizar sus relojes. Y todos felices.
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