La batalla de Florencia Un parteaguas en la guerra entre cárteles
En la punta de una alta montaña con una gran densidad de árboles, al lado de otro sinnúmero de montañas similares que cubren el horizonte de la Sierra Madre Occidental, está uno de los búnkers del Comandante F1, también identificado por sus subalternos como “Panchito” o “Francisco Rodríguez”, quien antes de convertirse en el jefe del brazo armado del Cártel del Golfo era integrante activo de su ahora acérrimo grupo rival: Los Zetas.
Es una pequeña cabaña que cuenta con tres habitaciones: una cocina con su mesa y varias sillas, además de cocineta y estufa. Un recibidor con tres sillones con forros de color negro, atrás de los cuales hay dos aparatos grandes de gimnasio y una bicicleta estática. Una habitación con una cama y una pequeña oficina con una mesa de madera que cumple la función de escritorio.
En esa cabaña se dispuso el F1 a responder a las preguntas de la entrevista durante 51 minutos, con una interrupción intermedia, pues recibió una alerta urgente a través de uno de los cinco distintos aparatos –teléfonos celulares satelitales y equipos de radiocomunicación que traía consigo–, mediante el cual uno de sus hombres le avisaba que, muy cerca de ese lugar, tropas del Ejército Mexicano patrullaban.
Antes de formar parte del Cártel del Golfo, durante varios años el Comandante F1 perteneció a la organización de Los Zetas. Con ese grupo criminal “trabajó” varios años, hasta que en octubre de 2010
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