En Tigray, un genocidio en marcha
ADÍS ABEBA.- “Espero que mi mensaje no te conmocione ni te escandalice, pero no hay otra manera de describirlo”, me escribe Arre en el prólogo del primero de los varios mensajes que intercambiamos a manera de telegramas cifrados –por la intermitencia en las comunicaciones–, sobre la lacerante situación por la que atraviesa Tigray, uno de los 10 estados regionales en los que se divide políticamente Etiopía.
Arre, de poco más de 30 años, me pide omitir su apellido. Axum, su ciudad natal y desde la cual me escribe, en el extremo norte del país y de la región, está prácticamente aislada desde que empezó el conflicto, a comienzos de noviembre de 2020. En sus calles, plazas, edificios y en los barrios, montañas y campos circundantes, el miedo, la incertidumbre y el dolor abundan, me explica. Efectivos del ejército federal, fuerzas de defensa regionales, soldados y mercenarios extranjeros, guerrillas, turbas de jóvenes defendiéndose con machetes, y en medio de todo ello, una población civil cada vez más asediada e indefensa.
“No sé qué les hemos hecho, nuestro único crimen es ser tigriña”, agrega el comerciante de la etnia preponderante en Axum y en el resto de Tigray, una de las cerca de 90 del mosaico demográfico etíope.
En la noche del 28 al 29 de noviembre, cientos de civiles fueron asesinados en casas, callejones e incluso iglesias
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