UN SUBMARINO ALEMAN CARGADO DE URANIO
A finales de 1944, la situación militar germana mostraba síntomas inequívocos de un acusado desgaste. El desembarco en Normandía empujaba con fuerza desde occidente mientras que las tropas soviéticas acechaban a Hitler desde el Frente Oriental. En el aire, la aviación aliada desbancaba a la otrora poderosa Luftwaffe al tiempo que sus bombarderos hostigaban a una población desalentada ante su aciago futuro. Una realidad percibida también por Japón, aliado incondicional del Führer que mantenía un programa de intercambio tecnológico con el Tercer Reich. Su delegación berlinesa, testigo excepcional del avance, trasladó una inquietante información a Tokio: vencida Alemania, los norteamericanos planeaban desplazar a 20.000 ingenieros germanos hacia Estados Unidos. Este plan, bautizado como Operación Paperclip, impactaba de lleno contra los intereses nipones en el Frente del Pacífico. La aplicación de nuevas técnicas al desarrollo armamentístico inclinaría la balanza del lado aliado. Los asiáticos, alarmados, demandaron acoger al máximo número de técnicos posible a fin de evitar su captura. El 16 de noviembre, Alemania aceptó la propuesta y comenzó los preparativos para evacuar a 27 especialistas en “armas milagrosas” y turborreactores al país del Sol Naciente.
Sin tiempo que perder, el Alto Mando de la Marina (OKM) elaboró un primer listado con cinco candidatos. Gerhard Falcke, capitán de fragata y arquitecto naval especializado en sistemas de impulsión, encabezó
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